Otra ley contra la vida

por | Ene 26, 2018 | Artículos, Demografía, Destacadas, Familia

Abuelos. MayoresComo la actualidad política con la cuestión catalana hace mucho ruido, no estamos escuchando lo que se está fraguando sotto voce. Ya existe un acuerdo entre las fuerzas políticas, que siempre han estado en contra de la vida, para sacar adelante una ley que regule la eutanasia. Es muy llamativa la fijación que tienen para insistir una y otra vez en legislar para eliminar.

Por supuesto que el debate estará centrado en sentimentalismos y en casos aislados a los que se les dará toda la publicidad posible -que será mucha, no lo duden-, para convertir la eliminación de ancianos -por ahora- en un acto de piedad. Siempre lo han hecho así y ya tenemos experiencia en el proceso de ingeniería social que siguen.

Pero la realidad, el trasfondo del asunto, es otro. La realidad es que detrás de cada caso mostrado no solo hay un ser que sufre, hay unos familiares que no quieren estar cuidando a ese ser antes querido; hay unos grupos de presión cuya meta es destruir las relaciones afectivas y familiares, hay una sociedad indiferente ante el sufrimiento ajeno, bien porque le causa rechazo, bien porque no sabe cómo actuar y hay, en último término – ¿o en primer?-, una cuestión económica.

Y la cuestión económica no es otra que el gasto social que supone un enfermo terminal. Resulta que el 80% de lo aportado a la Seguridad Social durante nuestra vida laboral se consume, en caso de una enfermedad larga, en los tres últimos años de nuestra vida. Si esa vida se acorta ese gasto se ahorra: así de claro y así de terrible.

En una situación de envejecimiento de la población como la que estamos sufriendo, no dudemos ni por un instante que una de las soluciones al pago de las futuras pensiones será por medio de la eliminación de pensionistas.

Si la esperanza de vida es de 85 años y la jubilación a los 65, quedan 20 años de pago de pensión, que suponen aproximadamente 400.000€ por pensionista. ¿A qué es tentador reducir ese importe?

Efectivamente, es aterradoramente tentador. Y en eso están. Por lo menos, impidamos que nos vendan el sufrimiento del enfermo como motivación de esta ley. Que no nos tomen por estúpidos.

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