España envejece. Y mucho. Hay un número notablemente superior de mayores de 64 años que de niños y adolescentes. Y las personas que van dejando atrás (incluso olvidando) su juventud superan a quienes la viven en estos momentos.
El Instituto Nacional de Estadística ha publicado unos datos que dan que pensar a quien se detiene a analizarlos. 120 mayores de 64 años por cada 100 niños menores de 16. En la estadística sobre crecimiento de la población podemos ver aún más: cada vez hay menos niños entre los 0 y los 10 años, y la media de edad no hace más que subir.
Estamos pues en una España madura, aunque no en la mejor acepción del término.La Fundación Adecco, que ha analizado los datos, alerta de que estamos entrando en un «proceso de envejecimiento imparable« que puede acabar con el Estado del bienestar tal y como lo conocemos.
En nuestro país, con su alto nivel de paro estructural, la exclusión del mercado laboral de los trabajadores mayores de 55 años y la precarización del empleo juvenil, pero, sobre todo, sin reemplazo generacional estamos sentando las bases de una tormenta perfecta.
Hay muchas medidas que tomar desde el punto de vista económico. Pero sólo serán eficaces si tenemos claro la base: España envejece porque no hay niños. Sin trabajadores que tomen el relevo, no habrá pensiones, ni bienestar, ni siquiera estado. España será un páramo.
Por lo tanto, lo urgente y lo importante es apostar por las familias, por la maternidad, por la vida. Esto, que en sí mismo es un bien y un fin, es además el único camino posible para revertir la situación. Podemos poner tiritas, pero el enfermo necesita cirugía.