No se puede ser un poco libre. Tampoco se puede ser libre solo para algunas cosas. La libertad no se puede parcelar, ni dividir, ni graduar, ni compensar. La libertad es una condición, un atributo, personal; por eso ni las cosas ni los animales tienen libertad. En este caso, y quizá solo en él, “ser” y “tener” coinciden: ser libre es tener libertad.
Decía Santo Tomás de Aquino, en su tratado De Veritate, que “la verdad es la adecuación de la cosa con el entendimiento”. Es decir, que la verdad no puede ser contraria a la naturaleza de la “cosa”, sea esta un simple objeto, un concepto, una persona, una condición o característica. Dicho de otra forma, que no existe “libertad” para proclamar lo contrario a la verdad; eso ya tiene un nombre y se llama mentir. La verdad es una cuestión tan seria, tan profunda, tan esencialmente antropológica, que, según relata San Juan, hasta Pilatos, en una hora crucial de la historia, solo acertó a hacerse una pregunta (“¿Y qué es la verdad?”), pero no supo responderla. No supo ver, a pesar de tener delante al ejemplo más preclaro, que la verdad es la condición de posibilidad de la libertad. Solo en relación con la verdad es posible la libertad.
Cada vez que usemos la palabra “libertad” en adelante en este artículo, tenemos que tener presente que estamos hablando de una cuestión antropológica –y antropocéntrica también; no hay que tener miedo a esta palabra, a menos que uno quiera situarse en un campo exclusivamente ideológico, marcado por la corrección política y el intento de imposición de un pensamiento único, vinculado en la actualidad a la ideología de género, ideología dominante, y casi hegemónica, en nuestra sociedad-.
Decíamos al principio que la libertad no es parcelable, divisible. Se es o no se es libre, pero no a tiempo parcial, a trozos o por parcelas. No puedes ser libre para votar, pero no para pensar. No puedes ser libre para reunirte y manifestarte, pero no para opinar. No puedes ser libre para elegir tu ideología, pero no para practicar tu religión, con todas sus consecuencias y en todos los ámbitos. No puedes practicar la libertad de cátedra, pero no ejercer la libertad de educación. No puedes tener libertad de circulación y movimiento, pero no de elección de centro escolar. No puedes ser libre en el ejercicio de algunos de tus derechos –esos que reconocen, pero no otorgan, la Constitución Española o la Declaración Universal de Derechos Humanos-, pero no poder ejercer otros. La libertad formal es la forma de la libertad, pero no su esencia. La libertad es LIBERTAD, y punto (permítaseme la forma coloquial).
Las libertades de educación y enseñanza, junto con la religiosa, son hoy en día de las más perseguidas y limitadas en nuestra sociedad, en el conjunto de España. Hacemos esta precisión porque, en zonas como el País Vasco y Cataluña si no eres nacionalista radical también tienes muy limitadas tus libertades –reunión, manifestación, expresión-, a veces incluso con peligro de la integridad física de las personas que se empeñan en ejercer sus derechos no dejándose amedrentar por los sectarios, totalitarios, dogmáticos, intolerantes y fascistas de turno.
Miedo a la libertad
En la cuestión de la libertad de educación no se llega a ese extremo de riesgo físico, pero sí se sufren ciertos niveles de dogmatismo, sectarismo e intolerancia, que unas veces se plasman en restricciones y otras en adoctrinamiento en las aulas. Adoctrinamiento que está formalmente vetado por el deber de neutralidad ideológica de las Administraciones Educativas y sus funcionarios, sean políticos, sindicalistas o docentes. Estos responsables deberían ser los primeros en proteger la libertad de educación, y en cambio son en muchas ocasiones los responsables de las imposiciones ideológicas en el ámbito educativo, especialmente en las cuestiones de género.
Precisamente para defender la libertad de educación, que es lo mismo que decir para defender la LIBERTAD, se han generado en nuestra sociedad diversas iniciativas ciudadanas, que se van sucediendo cada vez con mayor frecuencia, lo que denota la creciente preocupación de los padres ante el acoso creciente a la educación en libertad y a los derechos de las familias. En la Comunidad Valenciana, los que llevábamos ya mucho tiempo defendiendo cívica, pacífica y democráticamente la libertad, hemos tenido que ir desarrollando diversas iniciativas para oponernos a estos embates: la MESA POR LA EDUCACIÓN EN LIBERTAD, la campaña #yoelijo, las movilizaciones y manifestaciones, el recurso a los tribunales de Justicia… También en el conjunto de España se están desarrollando actuaciones y campañas para proteger y difundir el conocimiento de estos derechos y promover el respeto a la libertad de enseñanza (léase a la LIBERTAD): Plataforma por las Libertades, la campaña recién iniciada yolibre.org.
Y todo esto es necesario, y cada vez con más urgencia, por la contumacia de los que se niegan a reconocer que exista un derecho a elegir la educación de los hijos, a pesar de que se proclaman defensores de las libertades públicas; de los que se niegan a reconocer la libertad de religión también en el ámbito educativo, a pesar de que se reconocen como defensores de la “libertad” al proclamarse laicistas. Ya podríamos citar aquí artículos de leyes, normas y declaraciones, sentencias y pronunciamientos de los más altos tribunales: daría igual, son inaccesibles a la verdad, y temen a la LIBERTAD.
Vicente Morro
Presidente de FCAPA