Páginas Digital ha propuesto una agenda para el Debate del Estado de la Nación que se celebra desde este miércoles en el Congreso de los Diputados. Uno de los puntos de esa agenda son las políticas familiares. Ignacio Garcia-Julia, director del Foro Español de la Familia, lo desarrolla.
Ya han pasado quince meses desde que el nuevo gobierno tomó las riendas de una situación que era caótica en muchos frentes de la convivencia nacional. No es cuestión de hacer un repaso de los desórdenes que vivíamos, y vivimos, pero sí merece la pena detenerse un poco a analizar una cuestión que nos incumbe a todos y que de forma sistemática se silencia o se olvida: las políticas familiares.
Sabemos que en tiempos de crisis no se puede pedir la activación de medidas que consuman muchos recursos que son escasos. Lo sabemos. Pero también es cierto que hay muchas medidas de política familiar que pueden tomarse sin coste y que supondrían un gran avance en la consideración social de la familia.
La principal medida, y quizá la más efectiva en tiempos de crisis, es la perspectiva de familia. Tener en cuenta la «perspectiva de familia» en todas sus políticas sectoriales consiste en analizar todas las decisiones en materia de gasto, organización administrativa, elaboración de normas, definición de tributos, propuestas de políticas, etc., desde el punto de vista de su incidencia en la calidad de vida familiar de los afectados. Esta visión se basa en el convencimiento de que la familia es una institución de inmensa eficacia social que aporta un ámbito de estabilidad anímica y acogida personal que humaniza nuestra sociedad y aumenta la calidad de vida de los ciudadanos y además constituye una estructura espontánea y solidaria de acogimiento y cuidado personal de los más necesitados (niños, ancianos, enfermos, dependientes,…) sin la cual la calidad de vida de nuestra sociedad se degradaría profundamente.
Esta visión adelantada de los problemas de la familia, de su desarrollo y sostenimiento en el tiempo, es lo que caracteriza, o debería caracterizar, el buen hacer político. Sin embargo, después de quince meses, no se percibe ni una débil sombra de esta perspectiva de familia. La vista de nuestros políticos está clavada en el suelo, en los problemas inmediatos, para cuya solución no encuentran otra víctima que las propias familias que deberían ser ayudadas.
Por definición y por convencimiento, las familias estamos acostumbradas al sacrificio y la generosidad. Así nacemos, en el sacrificio, y así nos desarrollamos y «pasamos la antorcha» a las generaciones venideras. No nos asusta, pues, que tengamos que contribuir, más, al esfuerzo común por salir adelante. Lo que sí nos asusta, o nos descorazona, es que ese esfuerzo no se vea recompensado ni siquiera con el gesto al menos simbólico -los símbolos son importantes-, de ver que las leyes que se aprueban tienen en cuenta esa perspectiva de familia.
Las espaldas de las familias españolas ya están muy encorvadas y no solo por la situación económica, que siendo llamativa, importante y a veces dramática, no dejará de ser transitoria. Sus espaldas también se encorvan, digo, porque día a día vamos viendo como la consideración que nos es debida, en justo pago al esfuerzo que realizamos en bien de toda la sociedad, es contestado con políticas antifamiliares en el ámbito matrimonial, educativo y de respeto a la vida, y estos ataques no son transitorios, todo lo contrario, son de un enorme calado que desnaturalizan la familia, disuelven sus vínculos e impiden a nuestros hijos desarrollarse dignamente para el futuro.
Decía Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones. La familia necesita, hoy más que nunca, de grandes estadistas pues su desarrollo futuro depende de las decisiones que se tomen hoy.
No es tarde, estamos a tiempo. Introducir la perspectiva de familia no cuesta dinero. Evitar los ataques a la vida, el matrimonio y la educación no cuesta dinero. Sí es necesaria una gran valentía y altura de miras, pero no perdemos la esperanza. Mientras llega ese estadista, en la soledad de nuestras familias, en nuestro reducido entorno social, a tiempo y a destiempo, seguiremos hablando bien de la familia, seguiremos defendiéndola, seguiremos promocionando el asociacionismo familiar y seguiremos reivindicando a los que nos quieran escuchar una perspectiva de familia en nuestras leyes.