En España ya nadie duda de la igual dignidad del hombre y la mujer, o de que nadie puede ser discriminado por su sexo, raza, religión, etc. Y los gobiernos deben crear Leyes que protejan siempre al más débil.
Pero esta Ley es una vuelta de tuerca más para el sometimiento ideológico, que busca la confrontación y no el bien común.
Es una Ley llena de contradicciones, pues, para empezar, el Estado se guarda para sí la posibilidad de establecer diferencias de trato cuando lo crea oportuno.
Las mujeres han de ser iguales a los hombres, pero paradójicamente, a los hombres se les trata de manera distinta que a las mujeres, en los procesos de divorcio, en sus derechos de paternidad o en los malos tratos.
La enfermedad no podrá ser causa de una diferencia de trato, pero podemos acabar con los bebés no nacidos que vengan con alguna malformación.
Además, instituye “el todos contra todos”. Ya no podremos fiarnos de nadie, y tendremos que andar mirándonos por el rabillo del ojo, pues cualquiera podrá denunciarnos, y tendremos que demostrar nuestra inocencia. La presunción de inocencia se acabó.
Y lo peor de todo, a mi juicio, es el tono de rencor y amenaza que utiliza.
Los buenos sentimientos hacia los demás hay que sembrarlos en los corazones, mediante la educación y el ejemplo, no sirve obligarlos en los artículos de una Ley.
¿No sería mejor favorecer el amor al prójimo, en vez de la denuncia del prójimo?
Sección “La guinda de la guindilla” del Programa del Foro de la Familia en Radio María.