Todas estas son situaciones reales que se están dando en pleno s.XXI; en el primer mundo, ese del bienestar y de las economías desarrolladas. Y todo esto ha ayudado a conducirnos a la crisis que hoy padecemos, donde el sistema es insostenible porque no hay contribuyentes para mantenerlo, y tampoco se prevé que los haya puesto que el relevo generacional es insuficiente. Aquí hay injusticia y motivo para alzar la voz.
Sin embargo, la voz que algunas levantaron nos ha dejado mudas a otras. El día que las feministas pensaron que abortar era el derecho, y no la salida, asumieron darles la vía fácil a los poderes públicos e instituciones. Si seguimos abanderando esos planteamientos, nos estaremos negando a nosotras mismas la posibilidad de luchar por la libertad; la liberad de elegir tener o no tener hijos; el derecho a ser excelentes profesionales y madres extraordinarias (por el esfuerzo extra que supone tal apasionante dedicación). Optaremos por defender la vía fácil que quita problemas a las empresas, ahorra dinero al Estado y por supuesto, optaremos por ir en contra de nosotras mismas, las únicas capaces de albergar vida. Mucho se ha escrito y se está escribiendo en defensa de los embriones que, por supuesto entiendo como una vida única desde el momento de la concepción. Pero aquí no me detendré, puesto que hay voces sobradamente autorizadas haciendo una ingente defensa. Pero sobre los derechos reales de la mujer hay muy pocas.
Al comienzo mencionaba la injusticia social. Y de esas somos culpables todos y todas, empezando por las feministas que son las primeras que arrinconan públicamente a una mujer que decide quedarse en casa cuidando a su familia. Algunas veces es por realización personal, pero otras muchas es por obligación ante la imposibilidad de llegar a todo. No es porque no les guste su trabajo, sino porque no pueden literalmente trabajar. Y una opción más que responsable es cuidar, educar y proteger a los hijos que se han traído al mundo. Vaya por delante mi aplauso a todas estas valientes, sensatas y responsables mujeres. Pero vaya también la firme condena de esta situación. A día de hoy la vida está cada vez más cara y los sueldos cada vez son menores; así que si se tiene que trabajar y cuidar a la familia, solo se puede dormir menos, correr más y aguantar, porque a excepción de en la pareja y en la familia cercana, no se encontrará mucho más apoyo por ahí fuera.
Las conquistas sociales no se tienen que referir a cuestiones que afectan al ámbito privado, sino a aquellas en las que nos la jugamos todos. Las luchas feministas a día de hoy son poco ambiciosas y un tanto incoherentes: criticamos la teta pero la usamos como golpe de efecto. Como ejemplo bien valen las Fiestas de San Fermin 2013. Una joven a hombros de otro chico se quita la camiseta, y una veintena demanos se alzan para sobar lo que pueden. En ese momento, muchas feministas con tribuna en algún periódico lo calificaron de agresión sexual. Hoy son las mismas las que aplauden el acto llevado a cabo en el Congreso de los Diputados por tres activistas del grupo FEMEN. Muchas de esas feministas se quejan (algo más bajito) del uso de la mujer como reclamo publicitario. Sin embargo, como mujer me pregunto porqué utilizar el cuerpo como reclamo político, no legitima también su uso como reclamo publicitario.
De mujer a mujer: demos un buen par de razones a este sistema para que invierta esta situación y no argumentos que se caigan por la fuerza de la gravedad, que de eso las mujeres ya sabemos bastante por naturaleza. Y no montemos estos números que más que atraer la atención a los problemas reales, la distraen y mucho
Carolina Díaz-Espina