Construir una casa o una tienda es un símil ilustrativo de lo que significa construir la propia vida, por eso es muy importante tener claro dónde ponemos los cimientos, dónde colocamos «nuestra propia tienda». Y necesitamos aprender a amar, necesitamos cimentar desde la lógica del amor.
Es en la familia donde se nos ama y amamos por primera vez; donde se descubren, viven y desarrollan las relaciones interpersonales de paternidad, filiación y fraternidad que capacitan a la persona para descubrir el sentido de la vida, donde se nos revela la vocación al amor.
Los jóvenes deben aprender a amar, necesitan aprender los entresijos de la vida, las actitudes que deben tomar ante los sucesos y las cosas, desarrollar sus capacidades, ordenar su propia existencia, adquirir virtudes, etc.
Esta tarea debemos comenzarla desde los primeros compases de la vida en los que el niño percibe que es querido, lo que afianza su personalidad. Pronto es consciente de que este amor le interpela y exige una respuesta y progresivamente aprende a amar. La experiencia de la familia se convierte en pieza clave para realizar este proyecto personal, que termina en la construcción de una familia y de un hogar futuros.
Educar el amor hoy en día es más necesario dada la cultura en la que vivimos; cultura que extiende formas deformadas de verdadero amor que falsean la libertad del hombre con maneras teñidas de individualismo, que desvirtúan el anclaje de los cimientos del amor. Siendo pues, la familia el lugar privilegiado e inelegible para aprender y enseñar a amar. Educar nunca ha sido fácil, y hoy parece ser cada vez más difícil.
Vivimos en una sociedad líquida (Z. Bauman), con vínculos humanos precarios, con grandes carencias y lagunas en la educación afectivo-sexual. Así, muchos jóvenes se convierten en seres dirigidos por otros, en personas ligth con tintes hedonistas, permisivos ya que todo vale, relativistas y materialistas.
Frente a esta cimentación líquida, toda la pedagogía debe ir encaminada a conseguir que los jóvenes sean capaces de «cimentar su propia obra maestra» desde la lógica del amor, anclándola sobre la roca: la familia.