Pude disfrutar en el verano de 2006, junto al Foro de la Familia, de sus palabras en Valencia en el V Encuentro Mundial de las familias, donde S.S. me enseñó que “la familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor”, que es “una escuela de humanización del hombre, para que crezca hasta hacerse verdaderamente hombre”.
En aquel encuentro V.S. avivó mis ganas de seguir luchando por la familia para “garantizar que las familias no estén solas”, de seguir en el Foro de la Familia llevando a los legisladores su mensaje para que puedan “reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad” recordándoles que “el objeto de las leyes es el bien integral del hombre, la respuesta a sus necesidades y aspiraciones”.
Pero sobre todo, me ayudó personalmente a superar todos mis miedos, a querer el matrimonio, a anhelar el amor de los esposos y me mostró que para ello recibiría “la abundante ayuda de Dios en el sacramento del matrimonio, que comporta verdadera vocación a la santidad”. Contraje matrimonio en el verano siguiente y hoy formo parte de una familia con 2 hijos “fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres”. Como S.S. dijo aquella tarde-noche en Valencia ojalá que mis “hijos contemplen más los momentos de armonía y afecto de los padres, que no los de discordia o distanciamiento” y por ello procuro cada día que el amor entre mi mujer y yo ofrezca a nuestros hijos “una gran seguridad” y les enseñe “la belleza del amor fiel y duradero”.
Gracias por estos casi 8 años de Pontificado, por enseñarme tantas cosas con la brillantez de sus catequesis, con la profundidad de sus pensamientos, gracias por mostrarme un camino a Cristo desde la razón, y por revelarme con su ejemplo, que ante la magnitud del amor de Dios, uno sólo puede ser agradecido y humilde. Gracias por enseñarme que la fe lleva a la caridad, al amor, porque la fe “hace al hombre capaz de la entrega de sí, en el cual solamente «abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona humana”, gracias por recordarme que para que mi matrimonio funcione es fundamental la fe para poder “vivir la dedicación mutua y la fidelidad conyugal”.
Por todo esto hoy solo puedo darle las gracias y repetir sus palabras, pues es una gran responsabilidad de todos “proclamar la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y santuario de la vida”. Hoy más que nunca hemos de decir bien alto que “La familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida. Es un bien insustituible para los hijos, que han de ser”.
Gracias por todo, Santo Padre.
Raúl García,
Foro de la Familia