Familifobia

por | May 23, 2019 | Artículos, Destacadas, Noticias

Está de moda tachar de discriminador a toda persona que piense diferente o que no comparta la propia opinión, en un claro ejemplo de falta de criterio. Si el hecho de criticar una idea o concepto, o simplemente no adherirse a los mismos, convierte ipso facto a quien la critica o no se adhiere a dicha idea en poseedor de una fobia, entonces todos, sin excepción, somos “loqueseáfobos”.

Siguiendo este esquema, mostrar tus preferencias en cualquier ámbito de la vida te haría ser un odiador de todo aquello que no prefieres como primera opción. Véase el absurdo: votar a un partido político te convertiría en discriminador del resto de partidos, profesar una religión implicaría que odias a las demás, preferir la carne a la verdura te haría “verdurófobo”, etc.

El gran error que se comete aquí (y que, peligrosamente, se ha asumido por buena parte de la sociedad como algo normal) es el de aunar como si de una sola realidad se tratase tres realidades distintas: persona, actos libres e ideas y opiniones. Discriminar u odiar a una persona por cualquier característica objetiva o subjetiva de la misma, efectivamente, es discriminación, y hay que erradicar ese grave problema. Pero otra cosa muy distinta es el hecho de criticar los actos libres, lo que no implica discriminación alguna, y mucho menos aún hay fobias o discriminación hacia otra persona por discrepar de sus ideas y opiniones.

Es importante que nos reciclemos, que nos formemos más a fondo y que hablemos más y mejor de lo que merece la pena quienes defendemos y promovemos la Familia como institución de máxima eficacia social; el matrimonio entre hombre y mujer como ambiente ecológico idóneo para el surgimiento, crianza y desarrollo de nuevas vidas; la maternidad como un bien a proteger y fomentar; el valor absoluto e incondicional de cada vida humana y su dignidad asociada desde la concepción hasta la muerte natural; y el respeto por la libertad especialmente en el ámbito de la enseñanza.

No entremos en el juego de los que censuran a quien piensa distinto, no caigamos en la trampa de todos esos “familiófobos” -si me permiten el vocablo- que pretenden ir vaciando de contenido a la institución familiar, debilitando los fuertes lazos que nos unen en la Familia. Tenemos, desgraciadamente, muchas evidencias de su existencia: implantación de contenidos ideológicos en las escuelas sin consentimiento de los padres, presentación de la maternidad como un invento machista, promoción del aborto y de la eutanasia, eliminación del matrimonio por equipararlo en forma y fondo a otras formas (legítimas pero distintas) de convivencia, hijos por encargo, selección eugenésica, etc.

Hablemos bien de las cosas buenas. Respetemos siempre a la persona que piensa y que actúa distinto, pero hablemos claro de por qué defendemos lo que defendemos. Lejos de provocaciones, con argumentos y razones, que las hay, y de sobra. Ánimo, eres indispensable para construir una sociedad mejor, para legar a las futuras generaciones un mundo más justo y más humano del que nos encontramos. Es tu responsabilidad.

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