Uno de los diarios más importantes de España despedía el año con este titular “Las familias son cada vez más pequeñas, delgadas y alargadas”. El resumen del artículo no dejaba lugar a dudas:
“Los niños que nazcan ahora conocerán a la mayoría de sus bisabuelos pero apenas tendrán hermanos y primos y la mayoría de las mujeres morirán solas”. Un panorama de todo menos animarte.
Merece la pena repensar el futuro que dibujan, especialmente para Occidente, estas predicciones. Nos encaminamos a una sociedad no ya adulta, anciana.
En Europa se prevé que la proporción de personas de más de 65 años supere el 30 % en 2070. Al mismo tiempo, se espera un descenso de la población en edad laboral. Esto supone un desafío para las economías europeas y el mantenimiento de los sistemas sociales y sanitarios.
¿Como hemos llegado a esta situación? Y, sobre todo, ¿se puede revertir?
Desde la mitad del siglo XX, y especialmente a partir de los años 70, se produce en Occidente una conjunción de factores de diversa índole que han llevado a esta situación. El avance sanitario alarga la esperanza de vida, la movilidad geográfica se universaliza (en condiciones desiguales).
Junto a esto, la incorporación de la mujer al mundo laboral (de “pensamiento masculino”), conllevan un retraso de la vida familiar y reproductiva, lo que aumenta los problemas para formar una familia. En contra de lo que sería lógico en un desarrollo social, las políticas familiares y socioculturales y económicas dificultan elementos clave para la familia: vivienda, educación o conciliación familiar. Tener hijos es hoy un “problema” para muchas familias.
¿Hay solución? Si, pero no es a corto plazo, lo que significa que no es “vendible” en términos electorales. La visión cortoplacista de muchos gobiernos / políticos actuales quizás sea uno de los factores de que no se lleven a cabo políticas que todos consideramos más que razonables.
En los últimos años, hemos visto como las políticas de estabilización y apoyo familiar, económico, social e incluso cultural, que se han puesto en marcha en algunos países de Europa facilitan la creación de un entorno en el que traer hijos no es visto como un problema sino como una oportunidad. Pero la realidad es que, la solución al invierno demográfico no se centra sólo en el dinero, sino que se juega en el cambio de un verdadero cambio cultural.
En un reportaje sobre el colapso demográfico publicado en la revista Omnes de octubre de 2023, Raúl Sánchez Flores, experto en Políticas Familiares, destacaba que “el invierno demográfico no distingue entre países pobres y ricos porque no se trata, únicamente de un tema de ayudas económicas, sino que responde a un modelo de sociedad. Tenemos que cambiar el modelo individualista y productor, el modelo capitalista que nos invade y crear un nuevo contrato social que permita tener los hijos deseados sin que esta decisión suponga una merma de derechos ni para la mujer ni para el hombre y que permitan generar riqueza a una nación. Creo que, cada cincuenta años, hay una revolución que cambia el rumbo de la Historia y la revolución que toca en este siglo es la de la familia.”
Apostar por una familia amplia, en la medida de lo posible, gorda (si, gorda), y todo lo intergeneracional que se pueda, porque no queremos que nuestros hijos mueran solos y sin saber qué significa heredar la sudadera de tu primo.