Soy mujer y hago mío uno de los eslóganes del 15-M: no me representan. Me niego a aceptar que sea más mujer quién defiende el aborto que quién defiende la vida. No hablen por mí, ni me consideren una transexual ideológica por el hecho de apoyar, con mi voz, y con mi voto cuando corresponda, el derecho a la vida del no nacido. Lo dijo alto y claro Gallardón en el último Pleno del Senado: nadie irá a la cárcel por abortar. Pero del mismo modo que nadie va a prisión por robar una hozada de pan, ello no hace que robar alimentos se convierta en un derecho, ni en el caso de necesidad extrema. La Ley Aído transformó la despenalización en un derecho y por ende, en un avance social para la mujer. Me niego a suscribir esa tesis por que no puede considerarse un logro lo que no es sino un drama y una derrota, para la mujer y para el ser humano que nunca verá la luz. Por el contrario, desde un feminismo real, se debería ver el engaño que supone vender como un progreso lo que es, desde hace siglos, uno de los pilares de la sociedad patriarcal: el embarazo, cuando no es deseado, es responsabilidad única y exclusiva de la mujer. Suya es la decisión y suyo el dolor de enfrentarse a una de las decisiones más duras para un ser humano: acabar con otro. Y no importa que la semántica convierta algo que finaliza en una interrupción: el aborto no detiene la vida para volverla a reanudar. Así que, enfrentada a un embarazo inesperado o una maternidad que, por el motivo que sea no se puede afrontar, la única salida que se da a la mujer, es el tremendo regalo del derecho a abortar. Un pobre avance, que quieren que les diga.
El debate no es nuevo, pero los argumentos no han cambiado, y una se cansa de oír hablar de obispos y de franquismo, de ley regresiva y ultraconservadora, de retroceso en los derechos de la mujer y se pregunta, además del aborto, cual es la alternativa que ofrecen, eso es que se arrogan la representación de los y las pobres de la tierra, a las mujeres que no tienen medios para afrontar la maternidad. Y debate tras debate, la realidad es que no atino a escuchar propuesta alguna. Soy mujer, y agradezco infinito las oportunidades que me da el hecho de vivir en esta sociedad y en este siglo, pero no me pidan que considere el aborto una conquista, ni el derecho a practicarlo, un logro por que no lo es.
Gari Durán
13 de Mayo, El Mundo Baleares