El silencio de las familias

por | Sep 15, 2017 | Artículos, Destacadas, Familia | 3 Comentarios

El nuevo escenario en el que se mueve la familia hoy se funda en su mayoría en parejas en las que los dos trabajan fuera de casa y cuando tienen hijos, ambos desean compatibilizar el cuidado de estos y las tareas domésticas. Entre los adultos jóvenes, estas «familias de dos ingresos» sigue en aumento frente a aquellas en las que el hombre es el único sustentador económico del hogar.

Década a década aumenta el número de mujeres que deciden no abandonar la actividad laboral tras la maternidad. De hecho, la tasa de empleo de las madres que trabajan y tienen hijos menores de tres años ha escalado del 56% en 1999 al 73% de 2016.

Uno de los motivos que llevan a las familias a esta toma de decisión es la crisis de la deuda de las familias y la pérdida de peso de las rentas salariales, tan acusada que difícilmente se puede pensar en un escenario de parejas que no sea la formada por dos proveedores.

La consecuencia directa e inmediata de esta situación es la falta de tiempo para dedicar al cuidado de la familia en general, y de los hijos en especial.

Ante esta situación, no podemos permanecer inactivos. La pasividad, la dejadez, la aceptación o el silencio de la mayoría de las familias españolas y su ausencia durante años en el espacio público han llevado a muchas familias a una situación límite, insostenible y preocupante.

Esta situación  no se puede tolerar por más tiempo y cada día que pasa se hace más evidente que las familias hemos de estar más cohesionadas haciendo de ello el objetivo de nuestra vida.

La demanda de una Ley que apoye explicititamente a las familias es urgente, y su exigencia impostergable: el silencio no es una opción. Todos, desde cada uno de los lugares que nos toca ocupar en la sociedad y como parte de la misma, tenemos la responsabilidad de alzar nuestras voces exigiendo su inmediata aprobación.

Defender la familia hoy no pasa tanto por interpretar el concepto en sí mismo como defenderla de manera  democrática y consensuada. Para ello debemos, por una parte, aumentar la cultura de familia en la sociedad mediante planes de acción en el largo plazo y por otra, debemos incentivar la creación de espacios de deliberación ciudadana que, solo desde la reflexión profunda y la información contrastada, asuman que las decisiones en materia de familia son algo que incumbe a toda la ciudadanía y que es irresponsable dejarlo únicamente en manos de expertos y políticos.

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