Los últimos cuatro años hemos celebrado en España el 25 de marzo, el Día Internacional de la Vida, fecha que en sí misma merece un pequeño comentario. Cuando se marca una fecha en el calendario laico, la intención suele ser el llamar la atención del indiferente sobre una situación que preocupa y que merece la pena recordar, proteger, reivindicar o denunciar. Resulta llamativo que en el siglo XXI tengamos que llamar la atención internacional para que se proteja la vida, toda la vida y todas las vidas. Y más llamativo todavía resulta que lejos de apoyar esta iniciativa, haya grupos y grupúsculos, partidos políticos incluidos, que la ataquen y que busquen todo lo contrario, imponer la cultura de la muerte.
En España celebramos este día con actos a lo largo de toda la geografía nacional –este año hay marchas y concentraciones en 70 localidades-, y con un mismo lema, “por la vida, la mujer y la maternidad”, que no es un lema más como tampoco la marcha-concentración de este año es una convocatoria más.
Como todos sabemos, está tramitándose el anteproyecto de ley del protección del concebido. Es un momento histórico ya que ninguno de los que estamos leyendo esto hemos vivido antes una situación parecida: se revierte una ley, que parecía consolidada e irreversible en una sociedad adolescente (los actos no tienen consecuencias), gracias a la paciencia, el trabajo y el esfuerzo personal de no muchos que nunca se conformaron con el sacrificio de inocentes en el altar de una egoísta y mal entendida libertad sexual.
Como apuntábamos la principio, esta reivindicación mostrada en el lema quiere llamar la atención del indiferente o del poco informado: defender la vida es apoyar a la mujer embarazada que lo necesita y defender y reivindicar la maternidad como un bien para todos, no como una tara o una enfermedad que miramos con “comprensión” pero sin “aprobación”.
Ya estamos cansados de oír a esos políticos a los que se les llena la boca reivindicando esto o aquello de la “mujer” (siempre de forma genérica, siempre con mensajes al grupo, no a la persona) frente al aborto; hablan mucho pero no hacen nada por ellas. Mucho “pico” y poca “pala”. Las mujeres de las que estamos hablando necesitan ayuda no que hablen de ellas; necesitan compañía en su tribulación no que les reconozcan un supuesto derecho a estar tristes el resto de sus vidas; necesitan que alguien les diga que su “problema” ni es solo suyo ni es un problema. De esto es de lo que estamos hablando, de mujeres con cara y ojos, mujeres de verdad que saben que ya son madres y que necesitan nuestra ayuda real para seguir adelante con su embarazo.
Y este mensaje de ayuda triunfará. Y triunfará porque no es demagógico ni partidista, porque es un mensaje que viene de los que realmente ayudan a las mujeres, porque es un mensaje joven y moderno, porque no tiene dobleces ni segundas intenciones y porque, en muchos casos, es un mensaje que viene de otras mujeres que un día estuvieron en el mismo trance y decidieron seguir adelante con la vida de su hijo porque alguien no las dejó solas.
Ignacio García-Juliá. Director del Foro Español de la Familia