La mayoría lo sabemos, pero qué difícil es llevarlo a la práctica. Los juegos en familia o con un grupo de iguales estables aceleran el desarrollo evolutivo de nuestros hijos y les predisponen para adquirir nuevas destrezas y habilidades de forma más eficiente. Gardner habla de las inteligencias múltiples, otros autores de la estimulación temprana y Redding, como ya he citado en varios artículos, del currículo del hogar.
El verano es un momento inmejorable para estudiar, aprender y educar de otra manera. La lectura de un cuento o de una novela adaptada a la edad, los juegos de simulación de la vida real o una escapada en familia a la naturaleza constituyen una forma de ayudar a crecer y madurar a nuestros hijos desde una perspectiva no nueva, sino olvidada.
El cerebro necesita estimular sus redes y conexiones neuronales tanto como el resto del organismo precisa del agua para sobrevivir. Vean un solo capítulo de Documental Redes de Eduardo Punset y descubrirán el apasionante mundo del el cerebro humano. Nuestro sistema nervioso busca asimilar todo aquello que se le presenta, acomodando las nuevas experiencias y buscando un equilibrio que le permita asentar otras vivencias posteriores (Piaget). Un buen desarrollo neurológico previene muchas enfermedades biológicas, psicológicas o sociales.
El bebé al nacer es una esponja que todo lo absorbe. Aún así, en las primeras semanas precisa seguridad y afecto; lo primero lo consigue con las rutinas, lo segundo lo satisface con la presencia de la madre. A medida que pasan las semanas, y presuponiendo una madurez biológica (sobre todo del aparato digestivo), el bebé está ávido por descubrir cosas nuevas…
Así, y hasta los veinte años, el cerebro crece de manera exponencial. Nuestros hijos estarán más preparados para logar el éxito en el currículo escolar si se han visto estimulados por múltiples experiencias asimiladas, asentadas y equilibradas adecuadamente. Precisamente esto es lo que se afirma en la primera línea del documento de Redding (2000), avalado por la UNESCO; en él se aconsejan, además, una Serie de Prácticas Educativas como guía para padres y docentes.
Hagamos un símil. En el colegio cada profesor para el desarrollo del currículo escolar ha de tener, por prescripción legal, una programación de aula en la que recoja cada uno de los objetivos y los medios, estrategias, procedimientos y técnicas que utilizará alcanzar los fines marcados. Del mismo modo, cada familia podría diseñar su propio currículo del hogar y su programación familiar. ¿Por qué no? programemos el verano para estimular y ayudar a nuestros hijos a descubrir nuevos horizontes.
Existen muchas actividades que podemos llevar a cabo en casa y que garantizarán el éxito escolar de nuestros hijos. Supervisar y ayudar con los deberes escolares marcados por los profesores es parte de la responsabilidad paterna, pero no lo es todo. La tarea fundamental y esencial de los padres está en fomentar y propiciar abundantes, variadas y ricas experiencias vividas en familia y en diversos entornos de amistad. Estas actividades predisponen a nuestros hijos a interiorizar más rápido y mejor los aprendizajes propios de la escuela.
Isabel Molina ha publicado en el último número de la Revista Misión un magnífico artículo en el que recoge un sinfín de actividades inspiradas en la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner. Todas ellas, realizadas en su justa medida y adaptadas a las edades y preferencias de nuestros hijos, favorecerán el desarrollo de actitudes y aptitudes que sentarán las bases del rendimiento escolar eficaz y eficiente. Enuncio algunas, realizando alguna aportación personal.
Para desarrollar la inteligencia lingüístico-verbal: concurso de chistes, visitar en una tarde fresca una biblioteca, juegos de palabras encadenadas, cruzadas… diseñar un periódico y distribuirlo entre vecinos y amigos…
Para desarrollar la inteligencia lógico-matemática: desde el sudoku por niveles a rompecabezas o campeonatos de ajedrez (para los más pequeños el ratón y el gato), visitar un museo o realizar haz un reportaje fotográfico de las vacaciones… Incluso, aprender a tocar un instrumento musical.
Para desarrollar la inteligencia visual-espacial: todo tipo de manualidades, puzles, vídeo-reportaje de las vacaciones familiares, construcciones, planificar los tiempos y el mapa del viaje de vacaciones…
Para desarrollar la inteligencia físico-corporal: todo tipo de deporte, cuantos más variados más neuronas se activan, teatros familiares, ir de acampada familiar…
Para desarrollar la inteligencia rítmico-musical: inventar instrumentos, bailar y cantar, descubrir el título de una pieza musical (clásica o actual)… Escuchar una canción y decir en voz alta los sentimientos que se experimentan (alegría, tristeza, temor, entusiasmo, tranquilidad…).
Para desarrollar la inteligencia familiar y social: un diario familiar de las vacaciones, donde cada miembro de la familia escriba aquello que considere oportuno, expresando sus sentimientos, deseos y gustos. Los más pequeños pueden garabatear un dibujo y, también, si nos visita algún familiar o amigo se le invita participar.
Más información en:
MOLINA, I. (2012). Nº24 Revista Misión. Pág. 44-46
REDDING. S. (2000). Familias y Centros Escolares. UNESCO
José Javier Rodriguez, Con Perspectiva de Familia, La Tribuna de Salamanca
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