Aunque los padres utilizamos los gritos en algunas ocasiones, la mayoría no están seguros si es una buena decisión. Se suelen utilizar para poner orden en una situación familiar conflictiva o para que nos tengan más respeto. Pero el resultado suele ser el contrario ya que nuestros hijos sienten que su actitud nos ha desequilibrado y nos deja fuera de control. Esta actitud demuestra que ante el conflicto no sabemos qué hacer. Si supiésemos lo que tenemos que hacer no estaríamos gritando.
De hecho, para los expertos, los gritos no solamente son totalmente ineficaces, sino que influyen en la autoestima de los hijos y en el aumento de la ansiedad y la depresión. Un estudio de 2014 realizado por The Journal of Child Development demostró que gritar produce resultados similares al castigo físico en los niños y supone un aumento de los niveles de ansiedad, estrés y depresión y en los problemas de conducta.
Gritar a los niños es una forma habitual que tienen los padres de educar a sus hijos, pero esto ha cambiado en los últimos años. Ya no se recurre ni a los temidos azotes o bofetadas, perotodavía muchos padres gritan a sus hijos en alguna ocasión. Aunque la mayoría sabemos que no funcionan los gritos para educar a nuestros hijos siguen utilizando este recurso.
A la mayoría de los padres nos cuesta eliminar el recurso de gritar a los niños para educar, ya que a nosotros nos han adoctrinado así. No ocurre lo mismo con los azotes y las bofetadas que ya no se contemplan como recurso para educar en ningún contexto.
Pero los gritos todavía están muy extendidos. Los últimos estudios señalan que gritar a nuestros hijos para corregir un mal comportamiento o una actitud es totalmente ineficaz. Si les gritamos a nuestros hijos lo mismo todos los días, este recurso seguro que no funcionará. Podemos gritarles mil veces órdenes como “No pegues a tu hermano” u “Ordena tu cuarto”, pero seguro que a la segunda vez ya no tendrá ninguna efectividad.
El grito puede servir a los padres para desahogarse, pero si el objetivo es cambiar un comportamiento es totalmente ineficaz. Tenemos que buscar otras estrategias más efectivas y positivas para educar a nuestros hijos. No gritar a nuestros hijos a veces es complicado, pero a la larga puede ser beneficioso para toda la familia. Gritar asusta a nuestros hijos y no les ayuda a gestionar sus propias emociones.
Cómo dejar de gritar a nuestros hijos
A los padres nos cuesta no gritar a los niños en algunas ocasiones, pero es importante para su educación y su desarrollo como persona. Os vamos a dar algunos consejos para conseguirlo.
1. Adquirir el compromiso de no gritar
Si estamos decididos a cambiar, debemos comprometernos a dejar de gritar a nuestros hijos y hablarles siempre con respeto. Incluso les tenemos que decir a nuestros hijos que vamos a dejar de hacerlo, aunque nos va a costar un poco. Si ellos tienen paciencia cada vez lo haremos mejor y de forma menos constante.
2. Controlar nuestras emociones
Los padres tenemos que enseñar a nuestros hijos a controlar sus emociones. ¿Cómo les vamos a enseñar si nosotros mismos no las controlamos? Tenemos que hacer un esfuerzo para trabajar nuestras emociones y a partir de ese punto podremos ayudar a nuestros hijos.
3. Recordad que los niños actúan como niños
Muchas veces nuestros hijos parece que están sordos. Les regañamos y los niños repiten el mismo comportamiento. Tenemos que darnos cuenta de su edad y que muchas veces no es que no quieran hacerlo, sino que están pensando en jugar y divertirse y simplemente se les olvida. Es muy difícil que un niño por ejemplo de cinco años tenga comportamientos de uno de diez.
4. Escuchar a nuestros hijos
Nuestro último consejo es que siempre intentemos escuchar a nuestro hijo. Tiene que sentirse amado y escuchado en todo momento. Debe saber que entendemos sus sentimientos. Ese será el primer paso para que cambie su comportamiento. Cuando los niños son tratados con respeto y empatía, suelen empezar a comportarse bien y a querer tratar con respeto a los demás.
5. Respirar antes de gritar
Muchas veces no controlamos nuestros gritos, sino que tenemos que pararnos, respirar. contar hasta 10 y hacer un esfuerzo para no hacerlo. En estos momentos de tensión todo se descontrola: los padres gritan, los niños lloran. Tenemos que evitar estos momentos y los mejor es controlarnos a nosotros mismos. Antes de gritar a los niños es mejor esperar a que nos calmemos todos. Si ya le hemos gritado debemos pedirle disculpas y una vez que nos hayamos tranquilizado sentarnos a hablar con él e intentar que verbalice porque tiene ese comportamiento. Tenemos que ayudarle a gestionar la rabia que ha originado su actitud.
Si en vez de gritar ayudamos a nuestros hijos a gestionar sus emociones, seguro que en futuro cambiará su comportamiento y su actitud. Además, todos juntos aprenderemos a solucionar situaciones conflictivas y aprenderemos también sobre nuestras emociones.