Lo que llamamos «madurez sexual» engloba en realidad varios conceptos que es importante no mezclar. Podemos estar refiriéndonos, por ejemplo, al proceso hormonal que se inicia en la pubertad y que conlleva que vayan madurando en los jóvenes sus caracteres sexuales primarios (órganos genitales) y secundarios (cambios en la vellosidad, voz, aparición de la ovulación y primeras eyaculaciones espontáneas, estructura ósea y muscular, etc.). Este proceso va desarrollándose entre los 9 y 18 años con diferentes ritmos en varones y mujeres.
Muy pronto, en la pubertad, acaba siendo posible desde el punto de vista biológico que un(a) adolescente lleve a cabo una relación sexual porque los órganos genitales ya se encuentran lo suficientemente desarrollados para ello. Pero esto no significa necesariamente que estén preparados para tener relaciones sexuales. Es preciso no confundir madurez biológica (desarrollo de órganos sexuales y producción de gametos) con la madurez para tener relaciones sexuales, que depende también de la madurez afectiva y psicológica. Esta afirmación se basa en que las personas que tienen relaciones sexuales deberían poder asumir también las posibles consecuencias negativas de dichas relaciones (embarazos, infecciones de transmisión sexual, el consumo de anticonceptivos con efectos secundarios y fallos, la paternidad y maternidad precoz, los desengaños o las decepciones amorosas, las dependencias afectivas, etc.). Sería una ingenuidad afirmar que la madurez sexual se consigue una vez que son biológicamente posibles las relaciones sexuales.
Sexualidad precoz
Además, en la actualidad están apareciendo datos que indican incluso que un adolescente puede no estar preparado desde el punto de vista biológico para las relaciones sexuales. Se sabe, por ejemplo, que la adolescente no produce en su secreción cervical las sustancias bactericidas y viricidas (llamadas lisozimas) que produce una mujer adulta. Estas adolescentes son, por tanto, más vulnerables para adquirir infecciones asociadas a las relaciones sexuales.
Hay consenso científico para afirmar que no conviene tener relaciones sexuales en la adolescencia
Son abundantes los estudios científicos que señalan que la sexualidad precoz se acompaña de un mayor riesgo de problemas físicos y psicológicos en los jóvenes. Por ejemplo, la brevedad de estas relaciones sexuales ocasionales o esporádicas suelen generar mayor sufrimiento psicológico, desconfianza y pérdida de autoestima, al haber sacrificado valores personales por algo que ha sido pasajero o poco auténtico. Ante todos estos riesgos para la salud física y psicológica, existe consenso a nivel científico para afirmar que lo más conveniente es no tener relaciones sexuales en la adolescencia.
Una de las razones por las que se discute cuándo se alcanza la madurez sexual es para establecer la edad de «consentimiento», es decir, la edad a partir de la cual sería legal que un(a) adulto/a tuviera relaciones con un(a) menor. Esta pregunta puede responderse desde diferentes puntos de vista como la salud, el derecho, las costumbres y culturas de una época o un lugar concreto, del significado que tiene fijar una edad concreta para proteger a menores de los posibles abusos que pueden sufrir por los adultos, etc. No existe necesariamente un criterio claro al respecto. Sin embargo, es llamativo que en otras conductas que también pueden poner en riesgo la salud de los menores, como fumar, beber alcohol o conducir un coche, se haya fijado la edad legal en 18 años.
Reciben estímulos eróticos
Según los datos internacionales actuales podemos afirmar que la mayoría de los jóvenes menores de edad no tienen relaciones sexuales. Pero, generalmente, suelen recibir el mensaje contrario de su entorno y reciben demasiados estímulos eróticos. Basta con observar la publicidad. En Estados Unidos se ha denunciado la tendencia que hay a sexualizar a las niñas desde edades muy tempranas. Esta situación contrasta con los hallazgos de los estudios científicos, en los que los jóvenes refieren que quieren saber más sobre afectividad que sobre aspectos biológicos de la sexualidad. Por ejemplo, les gustaría conocer mejor la diferencia entre atracción, deseo, enamoramiento y amor y a saber manejar mejor sus sentimientos y su pasión sexual, para no tomar decisiones equivocadas (www.educarhoy.org). Todo esto, aunque ellos no lo llamen así, consiste en la educación del carácter, la preparación para el amor.