El «aborto por correo» permite a madres (o a quien sea, si se hace pasar por madre) pedir por internet el kit para acabar con la vida del hijo desde casa. Hazlo tú misma. «Sin riesgos mortales» dice la empresa que lo comercializa desde una central en la India que reparte a todos los puntos del planeta.
Como si no estuviésemos hablando de poner fin a una vida inocente y de tomar un cóctel químico que puede poner en riesgo la salud de quien lo ingiere… sin supervisión médica. Qué paradoja.
Hasta este punto hemos llegado en la concepción de la vida humana. En todo momento, y amparado por la OMS, se presenta en este caso el embarazo como una enfermedad, a la madre como una enferma y a los compuestos químicos para dar muerte al hijo como medicinas curativas.
Parece que no son bastantes los más de un millón cien mil bebés a los que no se les ha permitido nacer en España en los últimos 10 años. No es suficiente. Parece que hay que seguir «avanzando» en lo que se pretende incluir como «derechos reproductivos».
En el lema «es mi cuerpo, yo decido» están excluidos los bebés por nacer, ya que, aunque sean sus cuerpos, ellos no deciden nada. No hay opción. Disponemos de la vida y de la muerte de los demás como si ello consistiera en el progreso. Y ese camino al progreso no es más que el camino a nuestra inhumanidad, a la barbarie.
Hasta las propias madres son víctimas de este «hazlo tú mismo» con consecuencias nefastas para su propia salud, ya no sólo psicológica, sino física.