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Me cuesta escribir esta semana. Empiezo un artículo y, a mitad, lo borro todo y vuelvo a empezar. Porque no creo que plasme con exactitud la idea que me gustaría transmitir.
Empiezo escribiendo sobre aforos de estadios, para lograr formar una imagen visual impactante en el lector. Un
Santiago Bernabéu con sus más de
81.000 butacas ocupadas, lleno hasta la bandera. Pero en realidad
quiero escribir sobre 95.917, no sobre estadios ni aforos. Así que pruebo con otra cosa.
Empiezo a escribir sobre el acostumbramiento general a la injusticia, a la barbarie inhumana. La insensibilidad absoluta como «costumbre de la época», como tantas otras en tantas épocas de la Historia. Pero me resulta muy alejado de lo concreto, de cada uno de esos 95.917. Borro. Pruebo de nuevo.
Me empiezan a venir a la cabeza las distintas emergencias que se están proclamando por los poderes públicos (emergencia feminista, emergencia climática…), para ver si comparando cifras alguien dormido despierta. Pero es que no puedo comparar. Porque 95.917 no es una cifra. Mejor dicho, porque cada una de las cifras hasta llegar a 95.917 es igual a infinito. ¿Con qué comparar el infinito? Borro. Por ahí no.
Quizá lo único que pueda escribir es lo siguiente: descanse en paz cada uno de los 95.917 seres humanos que fueron eliminados en España durante el año 2018. Y cada uno de los que este año también lo han sido. No son cifras, son vidas. Cada una de ellas, como la tuya, de valor infinito.
Cada una de ellas, digna de todo nuestro esfuerzo por acabar con la mayor tragedia de nuestro tiempo. Por derribar la bandera la muerte y sustituirla por la de la vida.
Javier Rodríguez
Director general del Foro de la Familia