Esta semana he estado en Bruselas, representando al Foro de la Familia como miembro observador en distintas reuniones con asociaciones civiles provenientes de toda Europa en el ámbito de la defensa y promoción de la institución familiar.
Al amparo de FAFCE, federación que aglutina a dichas asociaciones y ha organizado con muy buen hacer las reuniones, hemos puesto en común la situación nacional de cada país, los retos que se presentan en materia de Familia y los distintos proyectos e iniciativas en los que estamos trabajando.
Me han llamado poderosamente la atención tres anécdotas que darían, por separado, para varios artículos cada una, pero me dispongo a exponerlas brevemente en estas líneas con el ánimo de despertar en el lector un espacio de reflexión y análisis.
La primera, la evidente brecha entre la Europa del Este y la occidental («Eastern and Western Europe»). Podemos hablar, sin caer en ninguna equivocación, de la existencia de dos Europas. Una, cuyo máximo referente sería Hungría, preocupada por el bienestar general de sus ciudadanos, fomentando políticas efectivas para fortalecer la institución familiar, promover la natalidad y revertir el invierno demográfico. Con resultados tangibles positivos no sólo en dichos objetivos directos, sino en la propia economía del país. La otra Europa, cuyo máximo referente bien podría ser España, que no.
La segunda anécdota viene de una conversación que mantuve con los miembros de la delegación austriaca del Parlamento Europeo. Una de ellas no daba crédito cuando le dije que en España no tenemos un Ministerio de Familia. «¿Cómo es posible? ¿Por qué? ¡Pero si es una cuestión de máxima importancia, transversal a todos los partidos e ideologías!». Le expliqué, con vergüenza y pesar, que todo el reconocimiento institucional que el Gobierno de España ofrece a la Familia se enmarca dentro de un subapartado de ayudas dentro del área de Servicios Sociales que, a su vez, está dentro de un Ministerio fondo de saco (Sanidad, Consumo y Bienestar Social). Perplejidad general.
Por último, debo resaltar el gran respaldo y compromiso de todos los países representados cuando expuse el nuevo proyecto que estamos ultimando en el Foro sobre la necesidad de hablar más sobre las consecuencias de la pornografía. El tabú, al igual que las señales de la «sociedad pornificada», es generalizado. Es un grave problema de todo Occidente. Pero hay esperanza, vistas las reacciones que genera nuestra propuesta, vistas ciertas medidas que ya se están tomando en E.E.U.U. y en el Reino Unido.
A pesar de las dos Europas, a pesar de las corrientes que luchan por alejarnos de la concordia que tanto les costó conseguir a nuestros antepasados, hay espacio para la esperanza. Siempre lo hay. Decía Bécquer que «mientras exista una mujer hermosa,/ ¡habrá poesía!», y bien podría haber añadido que mientras exista una persona comprometida con lo que merece la pena, habrá esperanza.
Hablemos bien de las cosas buenas.
Javier Rodríguez
Director general del Foro de la Familia