Como cada septiembre, los patios de los colegios han vuelto a llenarse de gritos, de carcajadas, de llantos desconsolados para los más pequeños… Sí, el curso escolar da sus primeros pasos.
Pero el de 2019-2020 no será un curso cualquiera. Arranca lleno de incertidumbre, por el vacío político y los cambios a la ley de Educación que pretendía hacer el ahora Gobierno en funciones en sus últimos estertores antes de las elecciones. A a espera de si habrá Gobierno pactado o se repetirán elecciones, la comunidad educativa en pleno ha expresado su desconcierto por el camino a seguir y si éste sufrirá cambios durante el tránsito.
Los padres, además, arrancan el curso viendo peligrar su derecho a educar libremente a los hijos conforme a sus criterios morales. Con programas absolutamente invasivos como SKOLAE en Navarra; el protocolo para acompañar a ‘menores transexuales’ en Castilla y León o el aumento de charlas o talleres sobre sexualidad o ideología de género sin que los padres sepan nada sobre ellas y se les hurte su derecho de dar su consentimiento claro e inequívoco de la participación de su hijo en estas actividades… Para evitar ser reducidos a meros ‘guardadores‘, debería seguirse el ejemplo de Murcia, donde se ha hecho obligatorio el consentimiento expreso de los padres, como solicitamos -y conseguimos– desde el Foro la pasada legislatura.
Nos encontramos ante un punto de inflexión que será determinante, no sólo para el futuro de la educación en España, sino para nuestros hijos e incluso el modelo de sociedad que tenemos. Se enfrentan dos concepciones antagónicas sobre a quién corresponde el derecho y deber de educar a los niños. Si a los padres o al estado. Muchas conciencias moldeables en juego, un botín muy apetecible para quienes pretenden imponer su cosmología particular como verdad absoluta.
Ahora, es el momento de los padres. Es el momento de actuar, de defender nuestros derechos. Cada uno, en su centro, con sus hijos. No se puede esperar a que venga otros a hacerlo por cada uno de nosotros. El inmovilismo, el mirar para otro lado es el triunfo de la visión estatalista. Este curso debe ser el de los padres comprometidos. El de los padres que queremos a nuestros hijos y queremos lo mejor para ellos, acompañándolos y descubriendo el mundo con ellos. Que no se lo cuenten otros.