No hay invierno ni verano sin quejas por las características climáticas propias de estas estaciones. Sí, es verano, hace calor. Es lo natural. Aun así, sigue siendo la noticia de cualquier junio, julio o agosto de cada año.
Lo que sí ha cambiado, en general, es la forma de aproximarse a los fenómenos naturales, la interpretación que hacemos de las evidencias. Se podría afirmar que estamos inmersos en una corriente que niega la existencia de realidades o verdades objetivas, ajenas a la voluntad del ser humano.
Estamos ante un panorama ideológico en el que nada es bueno o malo por sí mismo, sino libre o coaccionado. Nada ocurre al margen de la voluntad de las personas. Cualquier otro punto de vista se etiqueta rápida y negativamente como “tradicional”, “anticuado” o “superado”.
Por eso el ansia por “deconstruirlo” todo, para luego intentar construir sucedáneos, pero ya nuevos, ya fruto de la voluntad humana. Y, lamentablemente, el matrimonio, la maternidad y la familia no son realidades que escapen a esta tendencia.
Me acuerdo de aquella broma que decía algo como: “primero fueron los SMS, después los mensajes de WhatsAPP y ahora las notas de voz… como sigan así, dentro de poco descubrirán el teléfono”. Podríamos extrapolarlo a la cuestión que estaba planteando, de modo que podríamos afirmar que todos los que se esfuerzan tanto por intentar descubrir nuevas formas y definiciones de familia (“poliamor”, “familia transespecie”, etc.), pronto descubrirán una realidad que les maravillará: el compromiso mutuo y de por vida entre una mujer y un hombre, con un proyecto de vida para crecer y realizarse juntos, creando el ambiente ecológico idóneo para el surgimiento, crianza y desarrollo de nuevas vidas.
Las ideas que estoy planteando pueden parecer algo inconexas, y lo serían si las desconectásemos del hilo conductor: el empeño por atacar a todo lo “preestablecido”, sin atender a si su razón de ser está anclada a un Bien absoluto a proteger o a un consenso humano arbitrario, dependiendo de las circunstancias histórico-culturales de la época.
La buena noticia es que lo que funciona, lo que es bueno y respetuoso con la razón de ser de las cosas, acaba evidenciándose una y otra vez. La Familia no está en crisis. En crisis están quienes intentan destruirla o vaciarla de significado. Porque volverán, empujados por la evidencia, al punto de partida, haciéndoles conscientes del tiempo perdido.
También depende de cada uno de nosotros que esto dure más o menos, por eso es importante hablar siempre, mucho y bien, de las cosas buenas. Ayudemos a esas cosas buenas a evidenciarse más fácilmente a través de nuestras conversaciones y de nuestros actos.
Javier Rodríguez
Director General Foro de la Familia.