Hace apenas un par de semanas hablábamos sobre las personas con discapacidad gracias al discurso lleno de amor, de agradecimiento, de alegría por la vida recibida, de superación con el que uno de los ‘Campeones’, Jesús Vidal, recogió el Goya al mejor actor revelación. Quince días después, los ‘Campeones’ vuelven a ser uno de los temas de conversación del momento, por desgracia por el discurso del odio, del desprecio inhumano que un conocido periodista lanzó en un programa de entrevistas.
Es curioso este contrapunto: por un lado, tenemos el testimonio de un hombre que tiene que pelear para que se le reconozca siquiera el derecho a nacer, para que se le respete, que ha tenido que trabajar más duro que los demás para demostrar que es como los demás, que nos dio una lección de humanidad, de normalidad, de amor. Por otro lado, vemos todos los prejuicios sobre las personas con discapacidad, el aplauso al aborto de estas personas e incluso acusa de irresponsabilidad a sus padres por aceptar y abrazar la vida del hijo, pese a la incertumbre, las presiones y los miedos.
Porque si hay algo que han demostrado y demuestran los campeones es que tienen todo el derecho del mundo a vivir. Que se alegran de estar vivos y que saben cómo vivir. Que son capaces de todo, y que el único límite real que tienen, y que no depende de ellos superar, es el de poder nacer. Una vez aquí, su único tope son las leyes naturales.
Lo curioso es que la barbaridad pronunciada por este periodista -quien, por otra parte, tiene todo el derecho a tener su opinión y libertad para expresarla- ha sido protagonista en las redes sociales con miles de críticas a su postura, con furia y ardor. Sin embargo, las declaraciones que este individuo ha hecho públicamente son la realidad que las personas con discapacidad sufren cada día. Si realmente la gente pensara como Jesús Vidal, no estaríamos ante unas cifras casi del 100% de abortos a los que se les detecta (o se les presupone, porque es estadística) cualquier anomalía. Sin embargo, muchos de los que arremeten contra la reflexión del periodista defienden con hipocresía el falso derecho a que un niño con cualquier problema no vea la luz.
Está en nuestras manos. Tenemos el discurso del amor, de la vida, de la mano de una de estas personas lleno de brillantez y esperanza, o el discurso del prejuicio, del odio, y de la muerte. No hay más. La indiferencia, en este caso, cuesta vidas.