Durante las últimas semanas hemos vivido las negocaciones para formar el próximo Gobierno de la Junta de Andalucía. Sin embargo, lo que ha llegado a los ciudadanos es la polémica artificial sobre los derechos de las mujeres, presentando a quien discrepe o se atreva a cuestionar el negocio del género como monstruos o incluso cómplices de asesinatos.
No es nuevo, pero no por ello es menos alarmante. La política ha perdido su función de buscar el bien común para convertirse en un campo de batalla donde imponer ideologías al resto de los ciudadanos, a ser posible sin contar con ellos una vez hayan depositado su voto en la correspondiente urna. A la vez, los políticos son cada vez más esclavos de lo políticamente correcto, del buenismo, y huyen aterrados de cualquier postura que les cueste más de 240 caracteres explicar o justificar.
Es una consecuencia del vértigo de nuestra sociedad. Un ritmo que no permite la calma, que sólo demanda espectáculo y cuyos medios de comunicación, cuya función debería ser el debate, el análisis, se pliegan a lo espectacular, lo controvertido, lo polémico para conseguir audiencia. Es más, en muchos casos convierten cualquier noticia en espectáculo para alimentar la máquina.
Con estos mimbres, aparece la mujer en la ecuación. Pero, lamentablemente, se utiliza como arma. Siguiendo los postulados de la Ideología de Género, se vuelve a la lucha de sexos. Ahora con categoría de Ley y elevada a dogma y de obligatorio conocimiento impuesto desde la más tierna infancia. Sólo mencionar que una norma de este estilo pudiera ser anticonstitucional, discriminar o vulnerar derechos y libertades fundamenteles, te convierte en machista (incluso si es una mujer quien lo defiende) y asesino en potencia.
Estos últimos días hemos vivido dos momentos clave, que llevan al summum esta situación: Por un lado, la ruptura de la igualdad de hombres y mujeres por sentencia del Supremo, para quien el hombre tiene más culpa por el mero hecho de serlo y sus actos siempre tendrán el estigma de buscar la sumisión y sometimiento de la mujer. Porque sí, sin necesidad de pruebas.
Pero, además, la izquierda, en especial Podemos, ha decidido que ellos serán «la voz de las mujeres», y hablan de «mujeres contra Vox«. Llevan así la guerra de sexos a la política como carta de presentación. Y, lo más curioso, sin preguntarle a ellas,