A lo largo de 2018 hemos atisbado un ligero desperezar en las conciencias de muchas familias. El conjunto de medidas que afectan negativamente a esta institución, cada vez más invasivas y totalitarias, los ataques a la patria potestad, a los derechos y libertades fundamentales de millones de ciudadanos, han comenzado a agitar la superficie apacible del lago familiar.
Y como ocurre con las ondas, éstas se están propagando. Los españoles acabaron 2018 indicando que quieren hijos, que quieren familias, frente a la realidad de invierno demográfico en la que vivimos. Terminó el pasado año con miles de padres preguntando por la nueva ley de Educación y sus derechos como padres a educar a sus hijos. Muchos se enteraron entonces de que la ministra Celaá sólo estaba dando un paso más hacia el control de las conciencias de sus hijos que ya habían arrancado los gobiernos regionales, en muchos casos de otro signo político.
Entramos en un año apasionante. Un año electoral -en realidad, sólo nominalmente, porque el actual partido en el Gobierno lleva en campaña desde que alcanzó el poder-. Es un año que se llenará de promesas para las familias, de incentivos económicos, de… Es. pues, un año de exigir que se coloque a la familia, célula fundamental de la sociedad, en el lugar que corresponde. De mirar la letra pequeña de los programas y defender los derechos y libertades fundamentales de cada uno de los miembros de la familia, sin ideologías, sin tacticismos políticos.
Afrontamos 2019 con la certeza de que va a ser el año de las familias. Pero será necesario despertar y levantarse. La sociedad está reclamando familia, y está en nuestras manos. Nadie nos lo va a regalar.