En 2016 se registró en España el número de nacimientos más bajo desde el año 2001. En 2017 fue el más bajo desde el año 1996. En el primer semestre de 2018, es el más bajo desde el año 1941 (que es cuando empieza la estadística, es decir, que puede ser peor). La tendencia de los datos es lo suficientemente clara como para negar la evidencia.
Los españoles queremos tener hijos, tal y como corroboraron los resultados del INE. Pero no los tenemos. Y ya ven el ritmo de la caída libre. La evidencia es que tenemos un problema muy grave y ningún gobierno le presta atención. La evidencia es que preferimos vivir como si la muerte no existiera. Como si España no se llevara muriendo años. Como esperando a no poder respirar para atrevernos a afirmar que sabíamos que empezaba a faltar el aire. Y habría bastado con abrir la ventana a tiempo.
Una de las características de los datos es su objetividad. Las consecuencias de las leyes más subjetivas que podamos imaginar tendrán resultados cuantificables y por tanto podremos analizar basándonos en ellos si aquellas leyes supusieron mejoras o todo lo contrario.
No transcribiré aquí la evolución del número de abortos voluntarios desde su despenalización para tres supuestos en 1985, ni tampoco la del número del número de matrimonios celebrados en España desde la promoción del divorcio (no hablemos ya desde la llamada ley del “divorcio express”). Son sólo dos ejemplos, pero se pueden imaginar los datos. Datos objetivos, que afectan de manera directa a los datos de nacimientos que manejamos ahora.
Si no nos tomamos en serio el papel que la familia, el matrimonio, la vida y la maternidad juegan en cualquier sociedad que pretenda ser próspera, seguiremos con estos datos. Se tramitan por la vía de urgencia decretos y leyes sobre problemas infinitamente menos graves y menos urgentes que el que nos ocupa, porque aquí miramos para otro lado, pensando que el que se quedará sin aire será otro.
Todo pasa por la familia. Un año más, volvemos a proponer la misma solución a una situación cada vez más grave: Pacto de Estado por la Maternidad y Ley Integral de Familia. Es tarde, pero mejor llegar tarde que no llegar nunca. Y, de momento, los que siguen sin llegan son los hijos que queremos. Mejor abrir la ventana a tiempo.