Lo fundamental es negociar desde la comprensión del mundo adolescente y juvenil, esto es, adaptándose al nivel evolutivo del joven y buscando siempre el equilibrio entre las legítimas aspiraciones de autonomía de los adolescentes y la no menos legítima obligación de los padres de proteger y cuidar a sus hijos.
Negociar implica también establecer unos límites y unas reglas que consideramos irrenunciables. Así, es fundamental que cuando salgan, los padres sepan a dónde van, con quién van y cuándo y cómo regresarán. Además, es preciso explicarles que estos límites y estas reglas se establecen para su seguridad y no para castigarles.
Artículo cedido por CONCAPA.