Si olvidamos el eufemismo y lo llamamos por su nombre, “vientre de alquiler”, sobrarían todos los comentarios, porque a las mujeres no se nos alquilan nuestros cuerpos, ni nuestros vientres, ni nuestra dignidad.
El deseo de las parejas estériles debe ser escuchado por la sociedad y buscar entre todos una solución razonable, pero esa solución no puede pasar por tratar a las mujeres como vasijas de usar y tirar; nuestros cuerpos no deben ser objeto de mercadeo, no podemos ser utilizadas para satisfacer un deseo por muy bueno y loable que éste sea.
Ser padre no es un derecho, es una suerte que tienen algunos, y sólo durante una etapa de su vida. Ahora la ciencia permite ser padre por otros medios, pero no todo lo que se puede hacer se debe hacer, y mucho menos se tiene derecho sobre ello, el límite está en atentar contra la dignidad humana. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece la dignidad humana como pilar fundamental de los derechos humanos.
Como estudiante de derecho he de confesar que me resulta imposible entender el galimatías legal sobre la maternidad subrogada. Un niño podría ser objeto de derechos hasta por seis adultos, en la Comunidad Valenciana el feto acaba de ser considerado miembro de la familia para ayudas, colegios etc. ¿En un vientre de alquiler de quién sería ese nasciturus?
Pero que este lío legal no nos desenfoque de la verdadera pregunta: ¿Qué y para quién queremos legislar? Si es para un pequeño grupo de parejas acomodadas que están dispuestas a pagar entre 70.000 y 120.000 euros por tener un hijo biológico o para ayudar a parejas que están sufriendo por no poder tener un hijo pero que sólo tienen amor para dar. Si es para estos últimos, LEGISLEMOS, hagamos una ley de adopción RÁPIDA, SENCILLA Y ECONÓMICA, ayudemos a aquellas mujeres que, a pesar de no poder estar en disposición de criar a sus hijos, dan de forma altruista su gran tesoro, “su hijo”, a una pareja de valientes que quieren dar su tiempo, su amor, y, en definitiva, su vida para ayudar en el desarrollo de ese niño, de “su hijo”, aunque éste no sea biológicamente suyo.
Un hijo no puede ser una cosa, no debe ser objeto de transacciones económicas, no es el fin de un anhelo, es una persona. Comparto el dolor de algunos padres que han utilizado la técnica del “vientre de alquiler” al ver a las mujeres que estaban gestando a sus hijos y entiendo que quieran acabar con esa mafia; aplaudo su valentía por denunciar esa realidad (otros muchos no quieren saber nada) pero no se acaba con una mafia regulándola, se acaba con el sentido común.
En España existen 33.000 familias con certificado de idoneidad esperando adoptar y practicamos 95.0000 abortos todos los años. Un verdadero gesto de libertad sería que a esas 95.0000 mujeres que deciden abortar les pudiéramos dar la oportunidad y las ayudas para continuar con su embarazo y que pudieran dar a su hijo en adopción. ¿No sería eso proteger a la mujer y darle la verdadera oportunidad de elegir? ¿No tendrían que ir las leyes encaminadas a esa protección y a esa real elección? Si un 10% de las mujeres que van a abortar en los próximos 4 años decidieran la adopción, no sólo harían felices a 33.000 parejas que desean fervientemente ser padres sino que tendríamos 33.0000 nuevos niños en el mundo, pero eso es aplicar el sentido común, y muchas veces no es el más común de los sentidos.
Artículo de Natalia del Arco Poza, delegada del Foro de la Familia en Salamanca.