El Pacto por la educación es uno de los mayores retos que tiene España en la actual legislatura. Ya han empezado los trabajos de la subcomisión del Congreso de los Diputados encargada de llevarlo a buen puerto.
Todos los agentes sociales y legisladores tenemos una oportunidad única para cumplir con una obligación transcendental y que se puedan beneficiar las generaciones futuras.
No sería suficiente un acuerdo político entre PP, PSOE y Ciudadanos. La ley de educación que reclaman las familias españolas, debe proceder de una aceptación de la mayoría de la sociedad, pensando en su estabilidad en el tiempo. Por ello, necesita un consenso entre la mayoría de las fuerzas políticas, obligadas a dar un ejemplo de servicio y generosidad, anteponiendo el bien común a intereses partidistas y mediciones electoralistas.
La Ley debe eliminar, de una vez por todas, la política de las aulas, respetando al máximo el artículo 27 de la Constitución Española: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Las líneas básicas del pacto deben de partir de la sociedad civil, de las familias, de los padres, atendiendo y escuchando sus necesidades para que el Estado les ayude en la educación de sus hijos.
Después, deben ser los profesores quienes hagan saber cuáles son los elementos necesarios para poder cumplir con las demandas de las familias. Para ello, debemos conseguir tener unos profesionales de calidad, bien formados, que sepan aunar esfuerzos con los padres para formar a los alumnos.
El profesorado debe ser uno de los colectivos de profesionales más respetado por nuestra sociedad y, por supuesto, deberán estar remunerados de acuerdo a su inmensa responsabilidad.
El respeto y el trabajo conjunto entre familias y maestros será el éxito de nuestro sistema educativo.
El objetivo del binomio padres y escuela, una escuela dinámica e innovadora, debe ser el ayudar a que los jóvenes se formen y sepan sacar partido de sus talentos; a que sepan valorarse y decidir hacia dónde deben dirigirse: unos a la universidad, otros hacia la formación profesional, al mundo laboral o hacia otros derroteros. Pero que libremente elijan, de acuerdo a su personalidad, capacidades, aptitudes, etc., hacia dónde encaminar sus vidas.
Educación en libertad, en el respeto a los demás y al entorno en el que viven, usando con madurez los medios que tiene al alcance de la mano. Ese debe ser el objetivo que el Pacto Educativo debe buscar.
Un pacto de que debe ser primeramente un Pacto Social, un pacto de todos.