Pepe fue siempre un gran líder que llevaba su liderazgo con gran naturalidad, como si no se diese cuenta del mismo. El liderazgo a Pepe le salía por los poros, con naturalidad; era su forma de ser: una persona que aportaba generosamente a los demás, junto con su cariño, la apertura de nuevos horizontes y el ánimo para acercarse a ellos. Pepe no ejercía el liderazgo; lideraba estando presente, con su actitud, su generosidad, su amplitud de miras, su confianza en los demás y su compromiso con todo lo bueno que estaba en sus manos perseguir.
Yo lo traté más intensamente en sus últimos años de vida, ya jubilado como Magistrado, en el Foro. Pero sé de su liderazgo en el mundo judicial donde se ganó el respeto de gente de todos los colores políticos por su honradez intelectual, altura de miras y compromiso con la Justicia (con mayúsculas y sin adjetivos ni banderías). He sido testigo, por ejemplo, del profundo aprecio y respeto que le profesaba el ex Ministro de Justicia del PSOE, Enrique Múgica, que había coincidido en su etapa ministerial con Pepe como presidente de la APM.
Pepe siempre fue juez hasta las cachas, pero siempre -a la vez- se implicó en las labores sociales, profesionales y asociativas que proyectaban su condición de padre de familia y juez más allá de las fronteras de su propia familia y del propio trabajo: desde la presidencia del APA del colegio de sus hijos hasta la presidencia del Foro de la Familia en sus inicios; desde la presidencia de la APM hasta la Vicepresidencia del TC. Porque Pepe siempre estaba disponible para hacer el bien que estuviese al alcance de su mano. Esta actitud permanente era fruto de su profunda conciencia de cristiano que se sabe llamado por Dios para ser útil a los demás y a la sociedad en que le tocó vivir, desgastándose sin límite en una vocación de servicio a la que nunca puso trabas.
Pepe fue una gran figura pública en su mundo profesional; fue un gran líder social capaz de movilizar fuerzas ocultas en la sociedad española desde el Foro de la Familia. Pero fue un líder que no respondía al estereotipo peliculero de líder, pues era un modelo de sencillez y humildad; por eso supo siempre sumar a muchos a sus proyectos; en él no había vanidad ni afán de aparentar o de recibir aclamaciones, sino pura voluntad de servir sin esperar nada a cambio. Con la misma naturalidad con que asumía sus responsabilidades y los cargos correspondientes, los dejaba cuando llegaba la hora, traspasando a su sucesor toda su experiencia con toda naturalidad. Así lo viví yo en el Foro: llegó, respondió y salió con toda naturalidad.
Y tras Pepe, haciendo bueno el refrán español sobre los grandes hombres y las grandes mujeres, Charo, su mujer, su gran amor. Siempre pendiente de ella, siempre dócil a sus sugerencias, y ella siempre ocupada en él. Siempre me parecieron un modelo de matrimonio, aquel en que cada cónyuge solo piensa en el otro y no en sí mismo; y los dos juntos viven para sus hijos.
Pepe ha fallecido con la naturalidad y sencillez con la que vivió. A algunos nos ha marcado profundamente el lujo de haber compartido con él una parte de su vida. Cuando ahora pienso en él, me viene a la cabeza aquel punto inicial de Camino, la obra de San Josemaría que tanto influyó en su vida: «Que tu vida no sea una vida estéril.- Sé útil.- Deja poso.- Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio.- Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón».
Pepe hizo realidad en su vida este consejo de San Josemaría.
Benigno Blanco