“Educa la tribu entera”

por | Oct 14, 2015 | Noticias | 1 Comentario

LA-FAMILIA-Y-LA-ESCUELA-01-INED21Lo habrás leído más de una vez. En mi blog personal he reflexionado sobre ello.

También he escrito, específicamente, sobre alguno de los profesionales que trabajan en la comunidad educativa y que algunos –no es mi caso– situarían injustamente en su “periferia”. Por ejemplo cuando, siendo consejero de Educación, quise rendir homenaje a la figura del conserje del colegio.

E incluso fui más lejos (si nos referimos a todo lo que se pone en movimiento para que una Administración funcione –también la educativa–) cuando me acordé del chófer y el escolta del consejero.

Sé que son referencias, las últimas mencionadas o incluso la del conserje, que no habrán abundado en el análisis de qué nos ayuda a educar.

Educa la tribu, sí, pero cuando cualquier profesional de la misma cumple su tarea de manera impecable es interesante destacarlo. Porque la palabra convence pero el ejemplo arrastra. Y el ejemplo en el entorno educativo (en el que estaban quienes te he citado) es especialmente educador.

 

PRIMERA EDUCADORA
Hoy quiero hablarte de una parte esencial de la comunidad educativa: la, con razón, denominada primera educadora: la familia. La que, como decía Goethe, debe dar a sus hijos raíces y alas.

Sobre ella pesa la primera responsabilidad de educar a sus hijos, deber que no puede delegar y al que no cabe renunciar. Sin perjuicio, obviamente, de que los profesionales de los colegios han de apoyar y complementar dicha labor.

La familia confía a la escuela lo mejor que tiene: sus hijos. Y los profesionales de la educación cuentan entre los pupitres de sus aulas, también, con su esencial razón de ser: sus alumnos. Y coincide que lo mejor de la familia (sus hijos) y de los maestros (sus alumnos) son las mismas personas.

Permíteme alguna reflexión al hilo de todo lo dicho:

Es imprescindible la comunicación, la colaboración, la complicidad entre familia y escuela. Ya advertía Helen Keller que si solos podemos hacer poca cosa, unidos podemos obtener grandes logros.

Puede favorecer -y mucho- esa complicidad el que la familia haya podido elegir el colegio: facilitará el sentimiento de pertenencia y la mayor coherencia entre el proyecto educativo de los padres y el del centro.

Sabemos cuánto ayuda, también en los resultados académicos y en el clima escolar, la implicación de las familias en la actividad de sus hijos en el colegio.

Todo esto no debe hacernos olvidar que el resto de miembros de la comunidad educativa (y desde luego la Administración) han de cumplir eficazmente su papel para favorecer la mejor educación.

ESCOLARIZACIÓN…

Desde que el niño inicia su formación en la escuela es imprescindible un seguimiento personalizado para garantizar su éxito escolar. Ahí es clave la figura del tutor, que centraliza la información de todos los profesores que atienden al alumno. Una de las importantes responsabilidades del tutor es mantener una fluida y habitual comunicación con las familias.

En esta primera etapa es muy relevante esa comunicación de cara a la identificación precoz, si los hubiera, de problemas de aprendizaje. Ello para propiciar una intervención inmediata y específica. El pediatra puede ser otro colaborador clave en esa detección precoz. Si esta se produjera, el centro ha de contar con apoyos y refuerzos específicos que trasladarán a tutor y familias los datos principales de la intervención: duración, estándares que se van a trabajar, especificación de los aprendizajes alcanzables, etc.

Obviamente, todo alumno precisa de una evaluación periódica para diagnosticar el grado de asimilación de los aprendizajes alcanzados. Si se detectan insuficiencias, el profesorado ha de establecer un plan de recuperación inmediato implicando a las familias y con los apoyos tanto del tutor como del equipo docente.

COMPETENCIAS Y VALORES

Un objetivo esencial es propiciar el desarrollo de las competencias básicas recogidas en los objetivos de la etapa. A dicho fin cooperan los contenidos trabajados, las destrezas y habilidades desarrolladas.

Pero no debemos olvidar que las actitudes, hábitos y valores son eje de una formación humana integral. Hacen madurar al niño. Sobre todo ello he escrito (y aportado material de interés) en varias entradas de mi blog personal, por ejemplo en “Valores que deben cotizar” o en “El valor de los valores”.

En nuestro Plan estratégico para el éxito escolar en Educación Primaria se indica: “La principal tarea se llevará a cabo mediante la acción tutorial con las familias. La información frecuente, el establecimiento de pautas comunes, el trabajo conjunto en una serie de hábitos y valores redundará en una mejora de la educación de los hijos”.

El aludido Plan prevé incluso cómo “en ciertos casos será necesaria la firma de contratos entre familia y escuela, con compromisos escritos por ambas partes y un seguimiento planificado a lo largo del tiempo”.

CONCLUSIÓN

Sin perjuicio de los deberes de los otros miembros de la comunidad educativa, de los que tocará hablar en otra ocasión (y quiero subrayar aquí los de la Administración), la implicación de las familias en los centros es vital para la educación integral de sus hijos. No porque “el ojo del amo engorda el caballo” –frase que puede tener una connotación de desconfianza– pero sí porque la participación, la colaboración y la coordinación son esenciales. Lo deja muy claro el valioso estudio del Consejo Escolar del Estado que te adjunto.

No debe pasarnos lo que a aquellos dos que se esforzaban, en medio de una puerta abierta de par en par, uno levantando el sofá de un lado y el otro del otro. Tras mucho empujar, tan denodada como infructuosamente, el primero le pregunta al otro: “Oye, ¿estamos intentando meterlo en la habitación o sacarlo?”.

Así que, entre familia y escuela, ideas claras, coherencia y unidad de acción.

INED21

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