Para la mayoría de las personas, ser considerado como un simple número es algo negativo, deshumanizante. No nos gusta que nos numeren, porque parece que nos quita la categoría de “persona”. Pero en la situación tan dramática en la que estamos inmersos, la batalla contra el enemigo invisible que es el COVID-19, no contar bien a los fallecidos por esta terrible enfermedad es aún más humillante.
Sobre todo, cuando se descuenta (no se cuentan) del número de fallecidos cada día y del total, a los mayores, a los viejitos, que mueren solos, abandonados. Total, son personas “no productivas”, consumen recursos, y habrían muerto “igual” de sus muchas dolencias. Sufren la doble e inmerecida condena de la muerte y el olvido. ¿Para qué contarlos o para qué hacerles el test? ¿Hay algo más indignante, más injusto? Si es de bien nacidos ser agradecidos, ¿qué tipo de personas son unos gobernantes que no agradecen a los mayores, a los viejitos de nuestra sociedad, todo el trabajo que han realizado en su etapa productiva?.
Ellos son los que han construido las casas en las que vivimos, han sido los arquitectos que las diseñaron, los albañiles de las cuadrillas que trabajaron en levantar los edificios que llenan nuestras ciudades, los médicos que nos curaron de niños, los sacerdotes que casaron a nuestros padres, o a nosotros, los comerciantes que abrieron los puestos en los mercados que ahora nos abastecen de alimentos, los agricultores y ganaderos que iniciaron o continuaron con las granjas que nos dan leche, carne, verduras y frutas, los maestros y profesores que nos enseñaron a leer y escribir, a sumar y restar, a ejercer la profesión que ahora desarrollamos.
Tantos y tantos a los que debemos lo que somos y lo que tenemos a nuestra disposición, pero, claro, qué podemos esperar de un gobierno que prepara desde hace tiempo una ley que los va a eliminar de esta vida, porque ya “no sirven”, “no aportan nada”. Lo califican de “muerte digna”, pero no contarlos entre el número de fallecidos por el Coronavirus es lo más indigno que puede hacer un gobierno con sus ciudadanos de más edad a los que tanto debe.
Cuando todo esto acabe habrá que hacer un memorial en honor de tantos compatriotas caídos en la dura batalla contra el maléfico virus; y dejar fuera del número de fallecidos a los viejitos que ahora quieren ser olvidades, no podemos consentirlo, sería una injusticia histórica. Debemos exigir al gobierno que, al menos esto, lo haga bien: contar a los muertos, y no dejar fuera a los mayores, ya hayan muerto en residencias, sus hogares, hospitales. Al menos, en ese memorial estarán con un nombre que podremos asociar a una familia, a una vida, porque contamos con ellos y será una humilde forma de darles las gracias por todo lo que hicieron por esta España nuestra que les llora a todos y cada uno de ellos.