Estos días, a raíz del debate político suscitado por las negociaciones entre los partidos que aspiran a gobernar Andalucía, se está hablando mucho de ideología de género. Es curioso como ha suscitado un repentino interés este tema, que lleva años implantándose en nuestra sociedad con una falta de transparencia intencionada. Más vale tarde que nunca, dirán algunos.
Estoy leyendo muchas opiniones al respecto, y muchas de ellas desde puntos de vista radicalmente opuestos entre sí. Permítanme, con la mayor humildad, objetividad y rigor posibles, tras años de estudio (y denuncia) sobre el tema, intentar explicarles brevemente por qué la ideología de género sí existe y en qué consiste.
Una ideología, a diferencia de una corriente filosófica, se caracteriza porque hace un diagnóstico de un problema social existente y propone la implantación de medidas concretas para solucionar dicho problema. La más clara, quizá, ha sido el marxismo, que diagnosticó el problema de la lucha de clases, y el comunismo llevó a cabo las medidas para acabar con esa opresión sufrida por la clase trabajadora, con las nefastas consecuencias que la Historia nos demuestra.
Por otra parte, el género, en este contexto, se entiende como la negación de la naturaleza sexuada del ser humano, y propone que lo que sí nos constituye como personas, afectando a nuestra dignidad, es lo que libremente decidimos que somos, basándose en los sentimientos y en la voluntad de cada uno.
El diagnóstico del problema social que hace la ideología de género, por tanto, es el traspaso de la lucha de clases al terreno de la sexualidad: la mujer está oprimida por el hombre. Para solucionar este problema, propone acabar con la diferencia (y complementariedad) biológica entre sexos, porque si ya no hay características objetivas por las cuales somos hombres o mujeres, no existirá clase oprimida ni opresora. Por esto mismo, para esta ideología hay tres obstáculos que derribar, por poner de manifiesto la relevancia del sexo biológico en la identidad personal: la maternidad, la familia y las religiones positivas.
Estas ideas nacen de la revolución sexual (W. Reich, H. Marcuse), en ciertos autores de la corriente estructuralista social (teorías deconstruccionistas) y en las propuestas de existencialistas ateos (Simone de Beauvoir), inspirados también por Marx, Engels y Freud.
El éxito de su implantación se debe en buena medida a su promoción por parte de organismos supranacionales (la primera presidenta del Fondo de Población de la ONU afirmó literalmente que “ya no se trata de controlar la población del mundo a través de los roles tradicionales de género, sino de cambiar los roles tradicionales de género para controlar la población del mundo”), así como de lobbies e importantes multinacionales.
Tendremos más tiempo para seguir desgranando sus postulados, sus consecuencias negativas para el ser humano y su poca base científica, pero como primera aproximación al tema, espero que les haya servido para saber a qué nos referimos cuando hablamos de ideología de género.