Hoy en día los jóvenes se enamoran con mucha facilidad, sin embargo, no le dan al noviazgo la importancia que tiene. De hecho, muchos de ellos no conocen realmente a la persona con la que comparten su tiempo y sus aficiones. Hoy en día impera la mentalidad de satisfacer “mis propias necesidades y afectos” y uno no alcanza a mirar en el interior del otro.
Cuando decides comenzar una relación con una persona entran en juego muchos factores: la personalidad de cada uno, las circunstancias vitales de ambos, la edad, los valores a los que se importancia y muchas más causas o razones que permiten o entorpecen que el enamoramiento del principio se convierta en algo sólido.
Las relaciones no deben comenzar teniendo en cuenta todas y cada una de las particularidades del otro, ni con una entrevista para saber qué persona es la que tenemos enfrente y valorar tras ésta si es la persona adecuada. Cada relación debe empezar sabiendo ambas partes que es un periodo de conocimiento mutuo, de descubrimiento de aspectos del otro que al principio del noviazgo no se ven, pero que según avanza la relación en el tiempo, hacen que esa relación funcione o no.
Lo importante está en intuir esa complicidad, que no se trata más que de asentar una estabilidad suficiente para que la chispa inicial pueda llegar a durar toda la vida. Ese equilibrio nace de una relación sana donde no se pasen por alto el respeto, la comprensión, la confianza, la atención y el perdón. Es un periodo en el que cada uno se prepara para entregarse de manera completa al otro y no debe basarse solo en quererse.
Querer es el paso previo a amar y amar es renunciar al resto de chicos o chicas, es sacrificarte por la otra persona, es saber perdonar aquello que te puede molestar e incluso herir, es comprometerte contigo mismo hacia otra persona.
Es muy importante que, al conocer a alguien que quizá pueda llegar a ser más especial, cada uno se pare a descubrir el interior de esa persona, que se esmere por conocerla. Para ello, la herramienta fundamental es la palabra. Hablar el uno con el otro; hablar el uno del otro; hablar de aspectos más profundos sin miedo o vergüenza; hablar sin ruido externo. Porque conocer es comprender y cuanto más conocimiento y comprensión mutua haya, mayor será la capacidad para construir un proyecto común.