El otro día, con motivo de la consideración por parte de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) de las apuestas por internet como una nueva adicción, hablábamos de la adicción silenciosa que supone la pornografía. Lamentablemente una semana después los hechos nos han dado la razón: ya hay niños de 8 años con acceso a la pornografía siendo consumidores habituales.
La materia es tan grave que merece la pena que nos detengamos en ello una vez más. Con motivo de esta noticia sobre los niños y su acceso a la pornografía en internet hemos oído y leído muchas cosas, muchas de ellas profundamente equivocadas, aunque se emitan con buena intención.
La primera de ellas es que se responsabiliza a todo el mundo de ello y se intentan poner barreras “técnicas” para impedir el acceso a menores. Esto es un error. Estos contenidos y los que se lucran con ellos, llevan años saltándose barreras de todo tipo. Son especialistas en ello. No sirve de nada esta medida como no sea la de tranquilizar las conciencias de quien verdaderamente tienen la responsabilidad. ¿Y quiénes tienen la responsabilidad? En primer lugar, los padres y subsidiariamente, todos los demás. ¿Qué hace un niño de 8 años con un móvil sin la supervisión de un adulto? ¿En qué estaban pensando esos padres?
El segundo error, y muy extendido y aceptado, es calificar a la pornografía como “contenido para adultos”. La pornografía no es “contenido” para nadie. La exaltación de la animalidad, la cosificación de la mujer, la exacerbación de los sentidos, la escalada de insatisfacción que provoca, la trivialización de las relaciones íntimas, la promiscuidad como norma de conducta, en definitiva, la “naturalidad” con la que trata lo que no es natural, no puede ser “un valor” ni un “logro” para nadie. En este sentido, se confunde el uso legítimo de la libertad individual con el abuso de unos pocos (o muchos) que se lucran con un comercio objetivamente perjudicial para todos, el cual es ignorado dolosamente por las autoridades que deberían velar por el bien común.
Y el tercer error es la aceptación social de la pornografía. Parece que “está ahí” y ya no se puede limitar. Esto es falso. Se puede limitar y mucho, y para ello debería alzar la voz precisamente la más perjudicada, la mujer, y con la mujer, la familia. No podemos ni debemos acostumbrarnos. Hay que seguir denunciando este estado de cosas. Tenemos que seguir denunciando, por ejemplo, que las revistas pornográficas tengan un IVA superreducido del 4% y los pañales de bebé estén sujetos al IVA general del 21%. Algunos aducirán que esto se debe a la especial protección que se otorga a las publicaciones en papel (¿por qué?) y que es en Europa donde se definen los productos que se incluyen en cada banda. ¿No se puede denunciar? ¿No se puede trabajar en Europa para cambiar este estado de cosas? ¿Se puede hacer para el IVA de los espectáculos culturales y no se puede hacer para los pañales?