Los datos del INE demuestran que teníamos razón. Pero ojalá no la hubiésemos tenido. Hay quien siente placer o satisfacción, orgullo y vanidad, por el mero hecho de tener razón. No es el caso. Sería de necios celebrar que en España ha habido aún menos nacimientos que el año pasado, que la tasa de fecundidad sigue disminuyendo, porque nadie se ha tomado en serio el problema.
Porque sí, es un problema. Lo que dijimos entonces es que ya estamos inmersos en el invierno demográfico y, que si no se tomaban urgentemente medidas concretas para fortalecer el matrimonio y la familia, para promover y proteger la maternidad, la situación sería progresivamente más grave año tras año.
Y así hemos llegado hasta hoy. Entre medias: intentos de meter la eutanasia y el aborto con calzador, feminismos antimaternidad a bombo y platillo (acuérdense del ruido por la campaña de El corte Inglés, por poner un ejemplo), planes para imponer a los niños en los colegios que su sexo es irrelevante para conformar su identidad y que tienen que aprender juegos eróticos, tediosas campañas electorales donde al hablar de Familia hablaban de mascotas, ecologismo de Instagram y niñas con trenzas utilizadas miserablemente para hablar de Frozen vs. Ice Age, campañas del Gobierno fomentando anticonceptivos…
Pero ni una sola medida en defensa, protección o promoción del matrimonio, de la maternidad, de la Familia. El resultado -lógico- de todas estas corrientes ideológicas de moda que secuestran el análisis de la realidad nos lo da el INE en forma de certificado de defunción poblacional.
Tenemos países en nuestro entorno que sí están dando importancia a la gravedad del problema -ya de supervivencia- y que toman medidas que funcionan. Sin embargo, preferimos copiar a los que siguen, con los ojos vendados, empeñados en morirse con las botas ideológicas puestas.
La correlación entre el descenso de matrimonios y el descenso de natalidad es asombrosa para quien obvie la razón de ser del matrimonio, y, desgraciadamente, después de muchos años de ir vaciando de contenido a esta institución matrimonial culturalmente y mediante leyes (por equipararla a cualesquiera otras formas legítimas de convivencia en libertad), es normal que muchos obvien esa razón de ser.
La realidad prejurídica y privada consistente entre el compromiso entre una mujer y un hombre que asumen un proyecto de vida –y de por vida- estable en común, crea por sí misma el entorno ecológico idóneo para el surgimiento, crianza y desarrollo de las siguientes generaciones. Y esto es lo único que le interesa a cualquier estado del matrimonio. Por eso los ordenamientos ofrecen (ofrecían) un especial blindaje o protección, así como promoción, a esta realidad privada que crea lazos estables de convivencia y asegura el porvenir de la sociedad de manera más efectiva y beneficiosa que otras formas (legítimas, insisto) de convivencia.
Los matrimonios han caído un 5,9% en España. Los nacimientos, un 6,1%.
Pongámonos a trabajar. Hablemos bien de las cosas buenas.
Javier Rodríguez
Director General del Foro de la Familia.