“Todo aquello que amamos más, no lo pueden arrebatar:
lo que no nos pueden quitar es nuestro poder de elegir
y que actitud asumiremos ante estos acontecimientos”.Viktor Frankl
Hay un hecho incuestionable en nuestra existencia: la muerte. Y aunque tenemos la certeza de que algún día moriremos, no deja de ser difícil afrontar la pérdida de un ser querido, especialmente si es un niño. La muerte nunca se olvida, ni se supera, pero sí podemos afrontarla, y hasta lograr hacer de ella una experiencia transformadora. El acompañamiento por parte de una persona con formación y experiencia sobre las emociones, conflictos familiares y proceso del duelo que se generan en torno a la muerte de un hijo resulta de ayuda en esos momentos tan difíciles.
Cada uno vive el duelo por la muerte de una manera única y diferente. En la Guía para familiares en duelo (http://ico.gencat.cat/web/.content/minisite/ico/professionals/documents/qualy/arxius/doc_guia_para_familiares_en_duelo.pdf) , recomendada por la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), se recogen algunas orientaciones que pueden ayudar.
Los padres pueden experimentar diferentes sensaciones y vivencias cuando su hijo fallece, al igual que sus familiares. Algunas de ellas pueden ser los conflictos familiares fruto de los diferentes puntos de vista sobre cómo abordar el duelo (hay quien quiere hablar sobre ello y quien prefiere no mencionarlo). Las sensaciones físicas pasajeras asociadas a la fase del duelo también pueden manifestarse (alteraciones del sueño, fatiga, falta de energía, hipersensibilidad al ruido o sensación de opresión en la garganta y en el pecho). Las emociones que pueden aflorar de manera temporal cuando muere un hijo son variadas y personales ( tristeza, culpa, enfado, rabia, bloqueo, ansiedad o insensibilidad). En el caso de la muerte de un hijo hay diferencias con respecto al dolor en relación con otros duelos. Si bien no impide vivir ni es constante y su intensidad disminuye con el tiempo, tiene una particularidad: cuando aparece el recuerdo, éste se vuelve doloroso muy rápidamente.
La crisis de significado en el duelo paterno indica que la búsqueda del mismo es primordial para el proceso de reajuste después de la muerte del hijo, y que los padres que son capaces de encontrar estos significados volviéndose más compasivos y más fuertes, aceptando la mortalidad humana o profundizando en su espiritualidad se enfrentan mejor con la pérdida.
El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida. No sólo debemos enfocarlo a la respuesta emocional de la pérdida, sino también a una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano. Según el modelo descrito por el libro de la doctora Elisabeth Kübler-Ross «On death and dying», el duelo se manifiesta en cinco fases:
- Fase de negación. Negarse a sí mismo o al entorno que ha ocurrido la pérdida
- Fase de enfado, indiferencia o ira. Estado de descontento por no poder evitar la pérdida que sucede. Se buscan razones causales y culpabilidad.
- Fase de negociación. Negociar consigo mismo o con el entorno, entendiendo los pros y contras de la pérdida. Se intenta buscar una solución a la pérdida a pesar de conocerse la imposibilidad de que suceda.
- Fase de dolor emocional (o depresión). Se experimenta tristeza por la pérdida. Pueden llegar a sucederse episodios depresivos que deberían ceder con el tiempo.
- Fase de aceptación. Se asume que la pérdida es inevitable. Supone un cambio de visión de la situación sin la pérdida; siempre teniendo en cuenta que no es lo mismo aceptar que olvidar.
El duelo suele durar entre 6 meses y un año, cuando se trata de la pérdida de un ser querido muy allegado. No siempre se cumplen todas las fases, ni necesariamente ocurren en el orden señalado. El proceso de duelo es un camino difícil de atravesar. Sin embargo, es un proceso vital que todos necesitamos elaborar tras una pérdida significativa para así reconstruir un mundo que quizás se haya hecho pedazos tras esta ausencia. El duelo se puede exteriorizar con llantos, rabia, ataques violentos y un buen número de reacciones, todas ellas consideradas «normales» en esos momentos. Los especialistas reconocen que para una buena elaboración y superación del duelo no es aconsejable querer huir de esas sensaciones de dolor, pues no se pueden enfrentar si no se sienten. Lo contrario es la negación de la pérdida, lo que nos llevaría a comportamientos desajustados. En los casos en los que nos cueste superar la elaboración del duelo, éste puede convertirse en un problema e incluso en lo que los psicoterapeutas llaman duelo patológico. Si esto nos sucede o antes de que suceda, conviene acudir a un profesional de la salud emocional (psicólogo o psiquiatra) para que dé las indicaciones.
El psicólogo William Worden, uno de los grandes expertos en duelo, habla de cuatro tareas. La primera sería aceptar la realidad de la pérdida, lo que implica tanto a nivel cognitivo como emocional. Luego estaría elaborar las emociones relacionadas con la pérdida, que tiene que ver con poder drenar el dolor, con tener permiso para llorar, para enfadarte. Cuando se produce un bloqueo en esa tarea es cuando se complica el duelo que de forma natural se resolvería de forma espontánea. Dejar fluir esas emociones es lo que permite superarlo. Hay gente que, por miedo al dolor que pueda experimentar la persona, porque es verdad que la intensidad es enorme, dice «intenta no pensar en ello», y a corto plazo parece que duele menos, pero a medio o largo lo puede cronificar. La tercera tarea tiene que ver con aprender a vivir en un mundo en el que el fallecido ya no esté presente. Tiene que ver con el cambio de roles tan intenso que van a vivir esos padres que han estado volcándose en la crianza. Las rutinas son importantes, también cómo te defines en la vida. Hay una cuestión muy debatida que es: «soy madre pero no tengo hijo; no me ocupo de un hijo pero sigo siendo madre… ¿pero cómo es esto?». Y por último recolocar emocionalmente al ser querido y querer seguir viviendo.
Las emociones implicadas en este proceso de duelo son dolorosas pero necesarias para poder adaptarnos a una nueva realidad. Si no lo hacemos, permaneceremos atrapados en el proceso de duelo sin poder resolver el dolor que ha dejado esta pérdida. Abrazar al dolor, aprender de sus lecciones e incorporar esta sabiduría en nuestra vida. Sólo cuando hayamos completado estas tareas estaremos listos para empezar a construir un nuevo camino de vida al mismo tiempo que incorporaremos el profundo amor que sentimos por nuestro ser querido fallecido.
Inés Llorente
Máster en Matrimonio y Familia