El rayo que no cesa. Bien podría referirse
Miguel Hernández, con el título de su libro de poemas, al
intento cansino y desesperado de la izquierda política de
asaltar la escuela e imponer a los niños su propaganda ética particular por encima del derecho de los padres a educar en libertad a sus hijos.
Una y otra vez, su catálogo de «valores», sobre el que pretenden legitimar sus futuras propuestas en forma de medidas políticas, amenaza con imponerse en el ámbito educativo. Qué importante es poder contar con una base social bien aleccionada desde la infancia para asegurarse votos, para asegurarse de que quien critique la verdadera intención de estas propuestas quede ante la opinión pública como un extremista que está en contra del bien común.
Volvemos a Educación Para la Ciudadanía, ahora con el nuevo nombre que la ministra Celaá tenga a bien poner a la asignatura obligatoria en cuestión. Volveremos a los eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre (precisamente como los contenidos de dicha asignatura), para no llamar a esta materia lo que es: Ética estatal.
Es decir, lo que al Estado (al Gobierno de Sánchez, en esta ocasión) le parezca bueno, será lo que a los niños se les tenga que enseñar. Lo que le parezca malo al Gobierno, a los niños se les dirá que es malo. Como si fuesen los expertos en moral y Ética, los dueños de la Verdad. Y los padres que quieran educar a sus hijos según sus creencias y valores, que se vayan a otro país donde sí se respete este derecho fundamental. Donde sí se respeten las libertades.
Qué hartazgo. Aun así, no queda otra que volver a repetirles lo mismo, como si fuese el Día de la Marmota en la película de Atrapado en el Tiempo. Volver a repetirles cuál es su misión principal: garantizar que los ciudadanos (lo que hace años llamábamos personas) puedan ejercer sus derechos con la máxima libertad posible. Todo lo demás, por lo menos en este ámbito, es imposición de tinte ideológico, es abandonar las responsabilidades gubernamentales. Tal vez piensan que en esta ocasión, como no es un presidente ni un gobierno electo, tienen manga ancha para implantar todo lo que se les ocurra por encima de la soberanía de nuestro país, la cual reside en todos y cada uno de los españoles. Tal vez piensan que ahora tragaremos con todo y no tenemos ni siquiera el derecho a expresar nuestra opinión ni a recordarles que su vocación es de servicio (y no de control) hacia nosotros.
Si es así, se vuelven a equivocar. Los padres no queremos que nadie, y mucho menos sin ser expertos ni profesionales en la materia, nos empuje para sustituirnos en nuestros derechos y responsabilidades. No queremos intrusos.
Es la hora de los padres. #Lospadrescontamos