Resulta curioso cuánto se valora, en privado, el trabajo de una madre en el hogar. Los que hemos vivido, y vivimos, en familia lo sabemos, aunque quizá nos falte agradecerlo un poco más. Una madre no lo necesita, pero un correcto sentido de la justicia, sí.
También resulta curioso que este sentimiento no entienda de ideologías, y todo hijo bien nacido quiera entrañablemente a su madre. Así las cosas, nos preguntamos: ¿por qué este agradecimiento está encerrado en la esfera privada?
Los poderes públicos, sin excepción, están clamando por el «respeto a la mujer», «la igualdad» y contra una lista de actitudes que cada día aumenta. Todo eso está muy bien, pero queda en el mundo de las palabras y de las buenas intenciones, pero obras son amores y no buenas razones.
Ahora que todo se cifra en términos económicos y parece que el reconocimiento se mide en euros, proponemos que se reconozca el trabajo en el hogar, y el sacrificio de una madre por sus hijos, de forma explícita.
¿Cómo? Pues modificando la regulación del sistema público de pensiones para que el tiempo que una madre o un padre dediquen al cuidado de sus hijos menores de edad compute como cotización a la Seguridad Social a efectos de pensión de jubilación.
Algunos poco informados o superficiales podrían pensar que esto supondría una mayor carga para las pensiones, que ya se encuentran maltrechas. Incluso hemos llegado a oír a sesudos «pensadores» que a menor número de hijos menos pensiones habría que pagar en un futuro. Según esa lógica, y por razones estrictamente matemáticas, nos extinguiríamos en la tercera generación.
Pero la realidad no es así. Si en cada hijo de una familia el Estado se gasta una unidad, ese hijo, a lo largo de la vida, devuelve al Estado cinco veces más. Un hijo es la inversión más rentable para un Estado. Sólo aquellos países que miman a sus hijos son Estados fuertes.
Si las madres vieran recompensado su trabajo en el hogar, trabajo que realizan para todos nosotros, estaríamos reconociendo de verdad la dignidad de la mujer y estaríamos valorando de verdad su trabajo.
Hablar es muy fácil y hacer listas de agravios mucho más. Obras son amores.