Ante las noticias negativas que se vienen produciendo últimamente sobre renuncias en el ámbito político y judicial a la defensa de la vida, podría surgir en alguien la tentación de la desesperanza, como si ya no se pudiese hacer nada para acabar con el drama del aborto, como si no quedase otro remedio que dar por supuesto que habremos de convivir con el aborto banalizado para siempre. Quien piense o sienta así se equivoca.
Las conquistas de la humanidad en materia de derechos humanos siempre han sido, a lo largo de la historia, fruto de un esfuerzo continuado que frecuentemente exige una perseverancia paciente para ir dando pequeños pasos que compensen los muchos y frecuentes retrocesos. Los acercamientos al bien, tanto en la historia personal como en la colectiva, suelen ser endebles y frágiles cuando no se soportan en una voluntad firme y abierta con esperanza al futuro. La lucha contra la esclavitud, contra la discriminación de la mujer, contra la tortura, contra la guerra, etc., han exigido un esfuerzo continuado, a veces durante miles de años, y aun así, siempre están en peligro las conquistas que en algún momento se consideraron definitivas.
Dado que el gran drama de nuestra época es la normalización social del aborto, nada tiene de extraño que el esfuerzo por erradicarlo no tenga éxitos firmes inmediatos y que, por tanto, exija una continuidad en el trabajo en defensa de la vida que no se deje desmoralizar por los fracasos puntuales que se vayan produciendo.
Los que defendemos la vida debemos defenderla con la misma convicción esperanzada y pasión inteligente hagan lo que hagan los políticos, los tribunales de justicia o el resto de la sociedad. Nuestro compromiso con la vida debe ser absoluto y no depende ni de los éxitos ni de los fracasos de cada día.
Seguiremos en consecuencia, haciendo todo lo que esté en nuestras manos para defender la vida y poner los medios a nuestro alcance para construir una sociedad en que no haya abortos, vótese lo que se vote en el Parlamento, sentencien lo que sentencien los tribunales y opinen lo que opinen los demás.