El gobierno quiere a «mujeres solas y borrachas». Nosotros preferimos a personas en sus plenas facultades, rodeadas de gente que les quiere y a la que quiere, felices, valientes, comprometidas con lo que merece la pena, viviendo una vida llena de sentido. Las virtudes no discriminan por razón de sexo.
No perseguimos una sociedad compuesta de individuos solos, sean éstos mujeres o varones. El ser humano es un ser social. No hay yo sin tú, porque es en el tú donde el yo se refleja, es el yo el que descubre al tú, y de la interacción entre ambos surge la afirmación de la identidad personal. No hay persona sin familia. Allí donde existe un ser humano, existe un hijo. Existen (o existieron) unos padres, unos abuelos, etc. Esto es así en el 100% de los casos, no hay ideología que pueda vencer a dicha realidad, por muchos cabezazos que se dé contra la misma.
Se puede fallar al afirmar muchas cosas, pero nunca al afirmar que la especie humana se compone de mujeres y de hombres, de hijas y de hijos, de madres y de padres. Toda mujer es hija y toda hija tiene (o tuvo) madre. De aquí en adelante, por si aún no ha quedado lo suficientemente claro, cuando lean ‘hija’ entiendan ‘todas y cada una de las mujeres’. Y no queremos que nuestra hija deambule sola y borracha, en contra de lo que sí quiere nuestro gobierno “feminista” (pondría comillas más grandes si las hubiese). Tampoco lo deseamos para nuestra madre. Pero es que tampoco para nuestro hijo, ni para nuestro padre.
La soledad y la ingesta abusiva de alcohol no son soluciones a un problema de delincuencia, mucho menos cuando esa delincuencia es ejercida en la mayoría de los casos, precisamente, por personas solas y bajo los efectos del alcohol. Qué triste paradoja, qué triste y ridículo desgobierno tenemos.
La soledad, el desarraigo, la falta de esperanza o el deseo de evadirse de una realidad particular mediante el alcohol; así como la violencia machista y la delincuencia juvenil en materia sexual, las cuales crecen entre los jóvenes año tras año, son ejemplos de realidades absolutamente indeseables en cualquier sociedad que pretenda ser próspera, que identifique correctamente y persiga el bien común.
Y ese bien común no es otro que la Familia. El abandono público de la protección y promoción de la Familia, por estar más pendientes de los cantos de sirenas ideológicas que de la realidad de las cosas, tiene consecuencias que ya sufrimos todos. En sentido inverso, todos disfrutaríamos de las consecuencias que tendría una fuerte y comprometida apuesta pública, social, cultural por la Familia. Por una sociedad compuesta por familias unidas, fuertes y sólidas; no por una compuesta por individuos desarraigados y solos, por hijas borrachas.
La solución al problema del aumento de delincuencia juvenil en materia sexual, así al de la soledad y a tantos otros problemas sociales de hoy, pasa indiscutiblemente por la Familia. Como bien escribía esta semana en The Objective Ferrán Caballero: ayer mismo las querían libres y valientes, hoy solas y borrachas. Mañana, y esperemos que no sea muy tarde, ojalá las quieran a todas (y a todos) hijas queridas y felices.
Javier Rodríguez
Director general del Foro de la Familia