Quien sufre y se encuentra ante el umbral de salida de esta vida necesita: ser acompañado, ser protegido, ser ayudado a responder a las cuestiones fundamentales de su existencia, ser ayudado a abordar con esperanza su situación, recibir unos cuidados con competencia técnica y calidad humana y se acompañado por su familia y sus seres queridos.
Los Cuidados Paliativos cuidan la vida de la persona que sufre. Estos cuidados no tienen como objetivo la muerte, sino que cuidan la vida mientras ésta llega a su tiempo evitando el sufrimiento. En el momento actual parece que estos cuidados no son muy tenidos en cuenta por alguna parte de la sociedad para poder dar solución al sufrimiento insoportable de las personas que padecen enfermedades incurables, avanzadas y en fase terminal. Y a partir de junio de este año le ofrecen la solución: el suicidio asistido y la eutanasia. Yo creo que estas formas de ayuda a morir no aportan soluciones a la persona que sufre. Con la eutanasia y el suicidio asistido se elimina la vida de quien sufre para que deje de sufrir. ¿Se puede considerar esta la solución al sufrimiento de la persona?
El deseo de morir bien es una legítima aspiración de los seres humanos. Este deseo nos obliga a los profesionales de la salud a ayudar a nuestros enfermos a que mueran bien, sin sufrimiento alguno. Y ¿cómo lo podemos hacer? En primer lugar, no abandonando a la persona enferma. Procurando un control adecuado y enérgico de los síntomas, aunque con los tratamientos para dicho control se pudiera adelantar la muerte no intencionada. Evitando aquellos tratamientos que serían inútiles en la situación clínica de terminalidad y que les harían sufrir más que la propia enfermedad. Ante un paciente en situación terminal lo que se hace o se deja de hacer con la intención de prestarle el mejor cuidado permitiendo la llegada de la muerte, no sólo es moralmente aceptable, sino que muchas veces llega a ser obligatorio desde la ética de las profesiones sanitarias. Cuando algo se hace o se deja de hacer con la intención directa de producir o acelerar la muerte del paciente, entonces corresponde aplicar el calificativo de eutanasia. Respetando los valores y los deseos del enfermo. Si aún no hubiéramos conseguido aliviar su sufrimiento recurriremos a la sedación paliativa para disminuir la consciencia y poder así garantizar una muerte serena. Aunque con los tratamientos enérgicos para controlar los síntomas que le provocan sufrimiento, con la adecuación del esfuerzo terapéutico o con la sedación paliativa se pudiera derivar un adelantamiento no buscado de la muerte, ninguna de estas actuaciones serían prácticas eutanásicas si lo que buscan es eliminar el sufrimiento de la persona sin tener que eliminar a quien sufre.
La tentación de la eutanasia como solución precipitada, se da cuando un paciente solicita ayuda para morir y se encuentra con la angustia de un médico que quiere terminar con el sufrimiento del enfermo porque lo considera intolerable y cree que no tiene nada más que ofrecerle como pueden ser unos cuidados paliativos de calidad o bien porque no dispone de estos recursos o porque no tiene la formación suficiente para podérselos ofrecer. Una ciencia médica que necesita de la eutanasia tiene que transformarse tan pronto como sea posible en una medicina que procure cuidados cuando ya no hay curación.
Los cuidados paliativos cuidan la vida de las personas enfermas y preservan su dignidad. Quienes los acompañamos a las personas en el final de su vida hemos de tener en cuenta que la percepción de dignidad que tienen los enfermos, particularmente lo que padecen enfermedades terminales, depende en gran medida del médico que los atiende. Para conservar su dignidad hemos de hacerlo con nuestro comportamiento (ofrecerle un vaso de agua, acercarle las gafas, ajustarle la almohada, preguntar por una foto, etc., indican que nos interesamos por la persona que estamos atendiendo). Otras medidas de respeto, como pedir permiso antes de realizar una exploración física molesta y hacerle ver que comprendemos su malestar ante una exploración demostrarán que respetamos su dignidad. Con nuestra actitud positiva porque los pacientes se miran en sus médicos como en un espejo y si no perciben una actitud positiva, tampoco la tendrán ellos. Con nuestro diálogo que nos debe permitir conocer al enfermo como persona. Conocer su contexto vital es fundamental para preservar su dignidad, y para ello es conveniente que le preguntemos: “¿Qué debo saber de usted, como persona, que me ayude a atenderle mejor? Y con compasión ejerciéndola como una percepción sentida del sufrimiento del enfermo que se pueda mostrar simplemente con una mirada de comprensión, un posar nuestra mano sobre su hombro, a través de unas palabras adecuadas o a través de nuestra mirada o nuestra sonrisa.
Los cuidados paliativos no precipitan deliberadamente la muerte del enfermo, tampoco prolongan innecesariamente su agonía, pero sí le ayudan a no sufrir mientras llega su muerte y procuran humanizar el proceso de morir.