Como vengo contemplando por las estadísticas y por los muchos años que llevo participando en las tareas educativas, es evidente que nuestra juventud, gracias a los nefastos sistemas educativos, no está lo suficientemente preparada para competir con países de nuestro entorno. Una juventud sin preparación conlleva un país sin ilusión, sin futuro, sin esperanzas; en definitiva, un país mediocre supeditado a los avances y al progreso de otros países preparados.
Aristóteles hace veinticuatro siglos decía: Los jóvenes de hoy son como los de cualquier época. Ahora se dice: ¡Cómo está la juventud, cada vez peor! Y esto, como siempre, no es cierto.
Si los padres y educadores tuviéramos claro qué queremos para nuestros educandos y cuál es nuestro fin y nuestra aspiración, los jóvenes sabrían adónde dirigirse y tendrían un abanico de ilusiones mucho más amplio.
Las ficciones de algunas corrientes pedagógicas han hecho que nuestros hijos y alumnos no sepan que el trabajo es esfuerzo, dedicación y que esto nadie puede hacerlo en su lugar: el trabajo no es un juego. Un filósofo muy conocido, Kant dijo: Los contenidos del conocimiento sin las estructuras del pensamiento son ciegos, pero que las estructuras del pensamiento sin los contenidos del conocimiento están vacías. Prescindir de algunas potencialidades, entre ellas la memoria -como defienden las nuevas pedagogías-, viendo el fracaso escolar -ahí tenemos los informes Pisa-, dice mucho de la poca base en que se sustentan dichas afirmaciones, es patente la mala formación de los alumnos que terminan las diferentes etapas de los ciclos formativos.
Dicen algunos expertos que el nivel de exigencia atenta contra la igualdad. La única igualdad legítima es la igualdad de oportunidades. Impedir que los estudiantes más voluntariosos aprendan todo lo que puedan aprender, para que otros estudiantes no se sientan desplazados o discriminados, es una verdadera estupidez.
El profesor que no ejerce como profesor y que se pone al nivel de sus alumnos, no les da libertad y los deja bajo la imposición de los líderes maliciosos. El sistema educativo que tenemos no apoya lo suficiente al profesor que quiere hacer valer su autoridad democrática en la clase.
Como conclusión, expongo unas ideas de un filósofo francés de este siglo, Morín, en las que apunta que la cultura científica y las humanidades deben estar unificadas. Las reformas educativas necesitan revisar los asuntos vitales. No se enseña cómo afrontar la incertidumbre, la comprensión humana, ni el conocimiento como fuente de ilusiones y equivocaciones.
Por D. José Ramón Talero Islán, profesor de Educación Primaria.