Escribía Campoamor que «soledad que espera, no es soledad», y lo concretaba en los padres ancianos que esperaban la visita de sus hijos, o en la esposa que esperaba la llegada del marido que estaba en la guerra. Ambas, esperas esperanzadas.
El remedio para la soledad siempre ha sido la familia. Nadie está realmente solo si hay una familia detrás que le acoge, aunque sea mucha la distancia que les separe. El sentir que somos la preocupación de alguien, que alguien está pensando en nosotros o que alguien ríe o sufre con nosotros, nos hace más humanos, más humildes y alimenta nuestra esperanza y nuestro equilibrio.
Pero hoy las cosas son muy distintas. Según la «Encuesta continua de hogares» del INE correspondiente al año 2017, el 10% de la población vive sola, con un crecimiento del 1,1% con respecto al año anterior, lo que supone el 25% de los hogares en España. Podíamos crear con este dato un nuevo índice que midiera la felicidad de una sociedad, el “índice de la soledad”.
Pero reflexionando y profundizando un poco más en la estadística, vemos que estamos en los «años buenos». Las personas que hoy están por encima de los setenta son aquellas que fundaron una familia en los años en los que la familia era protegida y los hogares españoles estaban llenos de niños. ¿Cuántos vivirán solos dentro de 20 años, cuando hoy la familia es atacada, el matrimonio despreciado, la maternidad perseguida y los niños molestas cargas?
Podemos aventurar que la soledad será una epidemia, como ya lo es en otros países más «adelantados» en las políticas antifamiliares (hemos sabido la pasada semana que en Japón las ancianas delinquen para poder ir a la cárcel y no estar solas.)
La soledad que espera no es soledad, pero ¿y la que no espera? Será soledad, será tristeza y será, si no lo remediamos, desesperanza.
Entonces, los que no nos desesperanzamos, estamos llamados a actuar en la medida de nuestras posibilidades a que nuestra sociedad del futuro inmediato sea más humana, más familiar.
Y eso estamos y a esta ingente tarea invitamos a todos.