Esta semana hemos sabido que en el Reino Unido van a crear una secretaría de Estado para gestionar «la Soledad», que afecta a 9 millones de personas de estas islas, el 14% de la población.
Pero lo más llamativo no son las cifras de solitarios ni la creación del organismo ni los nueve millones de historias de tristeza que hay detrás de todo ello. Lo más llamativo son las medidas que se van a tomar para paliar este fracaso social y afectivo: dinero y acompañamiento.O dinero y más dinero, puesto que se ‘compra’ el acompañamiento. Ninguna iniciativa real que ataje las causas.
Y no es por ignorancia, pues las causas son bien conocidas: falta de reconocimiento a las familias, desnaturalización de la convivencia matrimonial y familiar, desprecio de la maternidad, menoscabo de la autoridad de los padres y su derecho a educar a los hijos, intromisión pública en la vida privada de las familias, exaltación del egoísmo disfrazado de «realización personal»…
Estamos acostumbrados a ver que todos los problemas quieren arreglarse con dinero, y no nos queremos dar cuenta de que el dinero sólo puede paliar, pero nunca arreglar.
Harían bien España y sus políticos en tomar nota. Nuestra pirámide de población es incluso peor que la británica, En muy pocos años tendremos aquí el mismo problema, y una secretaría de Estado -siquiera recuperar el ministerio- no será suficiente. Aquí todo lo hacemos a lo grande. Excepto ayudar a las familias. El único asunto en el que hay consenso político, y en el que estamos en vanguardia. Cuando llegue este momento, sólo podremos llorar por lo que tuvimos y permitimos que nos quitaran.
Nos queda entonces, al no tener la familia una adecuada representación parlamentaria, llamar a la unidad de acción en defensa de la familia desde la sociedad civil. De lo que hagamos cada uno de nosotros como ciudadadanos libres dependerá nuestro futuro y, sobre todo, el de nuestros hijos.