La industria de la pornografía es un monstruo que se retroalimenta, multiplicando sus tentáculos gracias, sobre todo, a la era digital -donde hasta los Masais de Kenia tienen móviles inteligentes- y a la falta de educación específica sobre el buen uso de estas tecnologías y sobre sexualidad humana -parte fundamental, inseparable e integradora del yo personal-.
Muchos de los contenidos de internet son pornográficos y, a su vez, la mayoría de esos contenidos pornográficos son gratuitos. El primer acceso al consumo de estos contenidos se ha adelantado a la edad de 8 años en España, tal y como refleja el estudio de la Universidad de las Islas Baleares “Nueva Pornografía y Cambios en las Relaciones Interpersonales”.
Ese primer acceso suele ser, además, involuntario, no buscado intencionadamente. Pop-ups, banners, imágenes y demás publicidad que aparece -sin pedir permiso- en nuestra pantalla y que nos teledirige a contenido pornográfico de forma fácil, accesible, gratuita.
Aunque las primeras reacciones suelan ser en su mayoría de asco, vergüenza o miedo, lo cierto es que, con el tiempo, la demanda se va sofisticando, pasando ya a búsquedas voluntarias de contenidos cada vez más extremos, característica propia de la adicción a cualquier sustancia.
De ahí a las plataformas de pago hay un camino que sería francamente imposible sin la ayuda de todo el contenido gratuito, el cual se ocupa de convertir en deseo el asco inicial y de crear nuevos adictos/clientes. Detrás de esas plataformas de pago ya nos encontramos a productoras y a multinacionales que se lucran masivamente gracias a la amplia red de personas enganchadas, a la prostitución y, en muchos casos, a la explotación sexual de mujeres -trata de personas-.
Los efectos de la sociedad “pornificada” que se está creando silenciosamente a nuestro alrededor son devastadores para la persona, para la familia. En más del 70% de los divorcios en España está presente el consumo de pornografía, según afirma el Dr. Enrique Rojas. La incapacidad de amar, la adicción, la ruptura del proceso de identidad personal, el absentismo laboral, la violencia sexual, los problemas de salud como la disfunción eréctil, depresiones, etc.
Es hora de levantar la manta que tapa el grave problema de salud pública que la pornografía está ocasionando, es hora de romper el tabú y de empezar a hablar sobre ello. Es hora de empezar una revolución necesaria, en nombre del amor, del sexo. En nombre de la dignidad de todas y cada una de las personas. En nombre del respeto a las mujeres. En nombre de la libertad sexual y de la Libertad con mayúsculas.
Si quieres formar parte de esta revolución, ponte en contacto con nosotros. Si tienes o has tenido problemas por culpa de la pornografía, ponte en contacto con nosotros. Si quieres ayudar a que tu entorno y tu sociedad conozca los daños que la bacteria del porno causa en el sexo y en el amor, ponte en contacto con nosotros. No lo dudes, algo grande está a punto de empezar, y tú tienes mucho que aportar.
Cambiemos las cosas a mejor, hablemos bien de las cosas buenas. Seamos revolucionarios.
Javier Rodríguez
Director General Foro de la Familia