La política es una de las actividades más nobles a las que puede dedicarse un ciudadano pues consiste esencialmente en preocuparse por el bienestar de todos. Rechazar la política como si fuese algo negativo o esencialmente corrupto es un inmenso error. Quienes tengan vocación por la política deben ser animados a dedicarse a esa tarea porque desde el ejercicio del poder se puede hacer un inmenso bien. Quienes están en política pueden ayudar con su aportación personal, de una singular eficacia, a mejorar la calidad humanista de nuestra sociedad y a que las condiciones de vida de todos sean más justas y el clima moral de la sociedad, más humano.
Que haya políticos corruptos o que manipulen su poder al servicio de fines personales no es obstáculo para este carácter profundamente digno de la política. El clima de opinión que se está creando en nuestro país de rechazo y desprestigio global de la política es muy dañino porque puede desanimar a mucha gente buena que siente la llamada a la política y provocar así que se deje algo tan bueno sólo en manos de los peores.
Por supuesto que el que se dedica a la política va a encontrarse en la sociedad actual (como en cualquier otra) con cosas malas: con leyes injustas, con gente perversa y corrupta, con situaciones que chocarán con su conciencia moral, etc; como le sucede a un periodista que trabaja en la redacción de un medio en el que otros escriben y publican cosas que repugnan a su conciencia moral, o al médico que trabaja en un hospital en el que en otros servicios se practican abortos, o al magistrado que pertenece a un tribunal que, con su voto en contra, aprueba cosas profundamente inmorales, etc.
El que en la sociedad actual todos convivamos con situaciones que no nos gustan no hace que sea malo vivir en la sociedad actual. Al revés, esta sociedad, por ser la nuestra, es nuestra responsabilidad y no podemos rehuir esta responsabilidad autoexcluyéndonos de los ambientes en que hay que construir el bien.