LA IDEOLOGÍA DEL MIEDO DEMOGRÁFICO Y EL NUEVO IMPERIALISMO
El pasado mes de septiembre los jefes de estado y de Gobierno reunidos en Nueva York han ratificado los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que tienen en sus entrañas una actualización de los objetivos clásicos de control de la población que inspiran la actuación de naciones unidas desde hace décadas. En esta cumbre se ha podido comprobar una vez más que, tras la retórica ‘buenista’ típica de Naciones Unidas, los únicos programas de los OMD que van a contar con financiación extraordinaria, casi toda ella procedente de EEUU, son aquellos como el 5B (Lograr, para 2015, el acceso universal a la salud reproductiva) directamente vinculados al control de la población del mundo.
La historia de las políticas antipoblación de Naciones Unidas ya fue puesta de manifiesto por el Pontificio Consejo para la Familia, quién el 25 de marzo de 1994 hizo público el documento “Evoluciones demográficas. Dimensiones éticas y pastorales”, en el que analiza y denuncia el “imperialismo contraceptivo” promovido por lo que denomina como “ideología del miedo demográfico”, “ideología del miedo a la vida” e “ideología de la crisis demográfica”. Ese documento hace luz y da criterios sobre el reto que en la década de los noventa del siglo pasado planteaba a la comunidad internacional el esfuerzo de Gobiernos, organismos internacionales y empresas del primer mundo rico por convertir la guerra contra la población en el objetivo prioritario de la comunidad internacional una vez hundido el imperio soviético; reto que se plantea con fuerza en el debate generado por las Cumbres organizadas por Naciones Unidas en 1994 en El Cairo y en 1995 en Pekín, sobre población y mujer respectivamente.
No es extraño que en 1994 y 1995 Juan Pablo II –a propósito de tales cumbres- movilizase a todos los hombres de buena voluntad para evitar un intento de reingeniería social antihumanista promovido desde el primer mundo rico para controlar el crecimiento de la población del mundo en beneficio de los intereses económicos de las grandes empresas dominadas por los ricos del primer mundo y sus países, especialmente los USA. Esto justifica que el Consejo Pontificio para la Familia hable de “imperialismo” para referirse a la obsesión por controlar el crecimiento de la población del mundo. Pero ¿por qué el Pontificio Consejo se refiere a “ideologías” como sustrato de este nuevo imperialismo? Para entenderlo hay que hacer una pequeña historia.
En el origen de la “ideología del miedo a la vida, del miedo demográfico” hay muchos factores, pero dos son de especial relevancia: la planificada estrategia del mundo rico por evitar el crecimiento demográfico del tercer mundo como si éste fuese una amenaza para el status actual de los países más ricos de occidente y la mentalidad eugenésica (incluso, racista) que creció en una parte relevante del mundo en la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Ambos factores se entremezclan y refuerzan mutuamente en la segunda mitad del siglo XX.
Bernard Bruneteau en su estudio sobre los genocidios en el siglo XX afirma que “el siglo XX puede identificarse con el reino de la violencia exacerbada. La masacre, la limpieza étnica, la deshumanización del campo de concentración o el genocidio son pruebas de la derrota de una idea del hombre determinada”. Yo añadiría que la banalización del aborto es otra prueba de esa derrota. Continúa Bruneteau afirmando que “La violencia del siglo XX fue preparada, tuvo unos orígenes; es decir, no unas causas directas, sino unos elementos de diversa naturaleza que, al cristalizar, se convirtieron en constitutivos de esta violencia y que se encuentran en el largo siglo XIX” Y este autor identifica tales elementos precursores con lo que llama “el imaginario asesino del social-darwinismo” que llevó a finales del siglo XIX y principios del XX a considerar con naturalidad al hombre blanco como lo más granado de la especie y a hablar de razas inferiores o subhumanas a las que se podía eliminar sin mayores problemas para mejorar la especie o garantizar el bienestar y la expansión de los verdaderos humanos: los hombres blancos del occidente desarrollado. El mismo humus cultural creó en aquellos años la mentalidad eugenésica que defendía la eliminación o esterilización obligatoria de todo tipo de deficientes o enfermos para mejorar la especie.
Así, el social-darwinismo se alió con el colonialismo y el imperialismo para ayudar a los ricos blancos de occidente a controlar el mundo y sus riquezas. Esta alianza se mantiene hoy, aunque adaptada a los nuevos parámetros culturales del mundo surgido tras la II Guerra Mundial. El impacto emocional del nazismo y sus aberraciones en la conciencia de la humanidad, hizo que a partir de 1945, el social-darwinismo racista y eugenésico previo se disfrazase de derechos humanos para seguir haciendo lo mismo al servicio de los ricos del primer mundo. Y por la misma razón el trasfondo imperialista del afán de controlar la población del tercer mundo, se vistió de defensa de los derechos de los pobres y, especialmente, de la mujer.
El disfraz de este nuevo imperialismo económico -aliado con una ideología antihumanista de viejo cuño y cara remozada- se fue creando poco a poco en las décadas de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Hoy su careta está hecha de una presuntamente sana preocupación por el control de la población para evitar la (inventada como eslogan) “bomba demográfica”, un cierto ecologismo antihumanista que presenta al ser humano como una especie de bacteria nociva para el planeta, la ideología de género como expresión de una antropología infectada de fobia a la apertura a la vida, la presunta promoción de la liberación sexual de la mujer a través de la “salud sexual y reproductiva” (es decir, de la anticoncepción y el aborto) y el laicismo militante para evitar que la idea sobre el hombre derrotada en el siglo XIX a la que se refería Bruneteau pueda resurgir de nuevo.
La clara continuidad de los planteamientos de antes de 1945 y los posteriores se puede ver en la historia de algunos personajes que ya estaban en esto antes de la II Guerra Mundial y siguieron en lo mismo después, aunque cambiando el lenguaje y las estrategias para adaptarse a las nuevas sensibilidades. Ejemplo paradigmático es la historia de la fundadora de la IPPF (International Planned Parenthood Federation), Margaret Sanger y de quienes siempre la han apoyado (antes y después de 1945) como la familia Rockefeller.
Margaret Sanger es una de las líderes del movimiento eugenésico en Norteamérica en los años 20 y 30 del siglo XX. He aquí algunas de sus ideas: “más hijos de los capaces, menos de los incapaces; esta es la principal consigna del control de nacimientos”; es necesaria “una severa y rígida política de esterilización y segregación de las personas manchadas por su herencia genética”; critica en 1922 a los que ayudan a jóvenes pobres embarazadas porque así “obligan a los elementos más sanos y normales del mundo a cargar con el peso de la fecundidad irracional e indiscriminada de los otros… que lleva consigo un peso muerto de desechos humanos. En lugar de reducir y eliminar las especies que más comprometen el futuro de la raza y del mundo, hacen que estas especies sean peligrosamente dominantes”; hay que luchar contra el peligro de que “los habitantes de los barrios que se multiplican como conejos, desborden las fronteras de sus barrios o de sus países y transmitan a los elementos mejores de la sociedad sus enfermedades y sus genes de calidad inferior”; “el control de la natalidad favorecerá la creación de una raza pura”.
Para realizar sus ideas, M. Sanger crea con la ayuda económica de la familia Rockefeller centros de control de natalidad a partir de 1916 y en 1921 funda la Liga Americana de Control de Nacimientos que en 1939 se convierte en la Federación de Control de Nacimientos y posteriormente en la Planned Parenthood Federation of America. En 1952 Rockefeller crea The Population Council y en ese mismo año se instituye la IPPF con Margaret Sanger como su primera presidenta y la Fundación Ford que comparte con la Rockefeller desde entonces el triste honor de ser los principales financiadores de la IPPF y la cultura de la muerte en nuestro planeta. Sanger funda también el Instituto Guttmacher, laboratorio de ideas y estrategias para la “ideología del control de la población” que en los años siguientes ayudaría a definir la política contra la población de USA, mientras la Fundación Moore aporta el toque seudo ecologista financiando los estudios que invaden el planeta en los años 60 y 70 sobre la “bomba demográfica”.
A principios de los años 50 ya está constituido el elenco orgánico de los agentes de la eugenesia y el “imperialismo contraceptivo” para trabajar en lo mismo con nueva careta …y empieza el asalto al poder. En los años 60 y 70 los Presidentes Johnson y Nixon impulsan programas presupuestarios de apoyo al control de la población sugeridos en sucesivos documentos y memorandos preparados por la Comisión sobre crecimiento de la Población y el futuro de América, presidida -¡cómo no!- por John Rockefeller III, fundador del Consejo de Población, y el Instituto Guttmacher creado por M. Sanger. En 1974 se prepara el llamado “Memorandum 200” que identifica como el mayor peligro para la economía americana el crecimiento de la población del mundo y aconseja subordinar toda la ayuda exterior estadounidense a que los países receptores trabajen por disminuir el tamaño de las familias. Este memorando, conocido como informe Kissinger o NSSM 200, tiene como nombre oficial “National Security Study Memorandum 200: Implications of Worldwide Population Growth for US Security and Overseas Interests” y se convirtió en orden ejecutiva para todas las agencias del gobierno americano en 1975 a través del NSDM 314.
Según estos documentos es más barato el control de la población que la ayuda al desarrollo y controlando la población se pueden salvaguardar mejor los intereses económicos de las empresas americanas para acceder a las materias primas de cualquier lugar del planeta; países ricos en población y en recursos naturales podrían poner en riesgo los intereses económicos norteamericanos. Para ello NSSM 200 propone imponer a los países pobres políticas de control de población y ayudar a crear centros de planificación familiar en esos países y en zonas rurales y desarrollar la investigación de nuevos métodos y productos de control de la fecundidad. El propio Memorandum previene que -para evitar acusaciones de imperialismo- hay que presentar todo este programa como nacido “del interés por fomentar: a) el derecho de los individuos a determinar libre y responsablemente el número de hijos y cuando tenerlos…b) el desarrollo económico y social de los países más pobres”.
Es decir, el programa eugenésico e imperialista de los ricos queda convertido en prioridad política de la primera potencia del mundo libre y vestido de ayuda a los derechos de las personas y los pueblos pobres. ¡Los paganos de estas políticas imperialistas serán presentados como sus beneficiarios!.
Por el peso político y económico de los USA, son las agencias de Naciones Unidas las principales encargadas de implementar esta política con los fondos americanos y la ayuda de las ONGs fundadas y promovidas por M. Sanger y las Fundaciones Ford y Rockefeller, la principal de las cuales es la IPPF. Se crea para ello el Fondo de la Población de NNUU; UNICEF, OMS, UNESCO, BM, etc., van incorporando a sus políticas sectoriales la obsesión por el control de la población. El entramado de ONG’s financiadas por las fundaciones citadas al servicio de esta política se van implicando cada vez más con estas agencias de NNUU hasta el punto de que a partir de los años 90 es difícil distinguir entre unas y otras pues se trasvasan personas, documentos y estrategias de las primeras a las segundas y de éstas a aquellas.
Instrumento clave de la nueva política mundial de control de la población son las “cumbres” organizadas por NNUU sobre población, clima y mujer que van creando una doctrina internacional de actuación política hecha de eugenesia encubierta, maltusianismo, ecologismo antihumanista, miedo a la maternidad y todo ello imbuido de forma cada vez más explícita de una nueva antropología justificativa: la ideología de género. Los documentos que se aprueban en estas “cumbres” y sus programas de actuación, aunque no tienen valor jurídico alguno, van de hecho convirtiéndose en la agenda de la comunidad internacional a través de la presión de comités de expertos y de seguimiento designados a dedo por el secretario general de NNUU y formado por personas procedentes de la IPPF y sus satélites o ex-políticos entregados a esta estrategia (Gorbachof, Mandela, Mayor Zaragoza, Carter, Vance, etc.)
Las últimas de estas “cumbres” fueron El Cairo 1994 y Pekín 1995 que ya de forma expresa convirtieron la perspectiva de género y la lucha contra la población en la ideología de NNUU, ideología que se convierte en agenda política universal a través de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
Los ODM, bajo la retórica de la lucha contra la pobreza y los derechos de las mujeres, se concretan en la práctica en la asignación de nuevos fondos para la extensión del aborto y la anticoncepción (oficialmente para “mejorar la salud materna”), erradicar a los pobres no permitiéndoles nacer (oficialmente para “erradicar la pobreza”) y educar a todos los niños en la nueva antropología de género (oficialmente para “promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer”).
El “imperialismo antivida” hoy se apoya en tres ejes de actuación que han tenido intensidad distinta en los últimos tiempos: primero fue la explotación del miedo a “la bomba demográfica” (invento propagandístico de moda en los años 60 y 70 del siglo XX); después fue la retórica acientífica del agotamiento de los recursos naturales (hoy prolongada en los mitos catastrofistas sobre el cambio climático); y, por último, la difusión de la antropología de género para lograr que cada mujer y cada hombre interioricen como criterio de conducta personal los objetivos imperialistas de la “ideología del control de la población”.
Al servicio de esta última causa está la campaña universal de promoción en la escuela de la educación sexual en clave de género y antivida para educar a todos lo niños en la nueva “ideología del miedo demográfico, del miedo a la vida”, sustrayéndoles a la “perniciosa” influencia de sus padres, campaña de rabiosa actualidad en la España de nuestros días ante la que el Foro de la Familia ha reaccionado con su programa “La sexualidad sí importa, sin ningún género de duda”.
Como ya decía el Documento de 1994 del Pontificio Consejo para la Familia, la forma de reaccionar frente al imperialismo ideológico de la muerte es:
a) “Difundir la verdad” frente a “los tópicos ampliamente difundidos y desprovistos de fundamento”.
b) “Vigilancia activa ante las prácticas que no respetan a la persona humana” y denuncia de los casos en que “las organizaciones internacionales o nacionales, públicas o privadas violan los derechos de los individuos o las familias, con el pretexto de imperativos demográficos falaces”.
c) Considerar como prioridad la denuncia de “los abusos del poder intelectual, moral o político” al servicio de la “ideología de la crisis demográfica”
d) “Desarrollar un espíritu crítico ante la ideología de la crisis demográfica”
e) Formular una política familiar que “debe comprender la lucha contra el imperialismo contraceptivo” y formular “políticas idóneas para que se respete la especificidad humana de la mujer como persona, esposa y madre”.
Benigno Blanco,
Presidente del Foro de la Familia