Los partidos políticos se hartan de anunciarlo. ¿Serán capaces de elaborar un pacto por la educación? ¿Respetarán lo que verdaderamente importa en educación?
En su elaboración, ¿tendrán en cuenta la perspectiva familiar? ¿Van a tener protagonismo los auténticos responsables de educar? ¿Van a ser los padres los primeros a los que se les va a consultar qué desean para sus hijos?
¿Van a ser consultados los maestros? Los de verdadera vocación de enseñanza, los que consideran que ellos y padres deben ir de la mano por el bien de los educandos. No sindicatos políticamente configurados.
¿Van a participar personalidades educativas de reconocido prestigio?
Y las patronales, asustadas por lo que pueda pasar, ¿van a tener algo que decir o se les va a callar para que puedan mantener lo que tienen? ¿Se van a respetar los colegios religiosos, conciertos, etc.?
España tiene muchísimos problemas que afectan al desarrollo familiar. Tal vez, el más grave, urgente y que más debería preocupar a nuestros políticos, sea el demográfico con la consiguiente ausencia de reemplazo generacional. La ayuda económica a las familias puede ayudar en parte a resolverlo, pero, por todos los índices, parece ser un problema de concienciación y formación de nuevas generaciones. Y eso corresponde a la etapa educativa de nuestros jóvenes.
Al igual que estos problemas hay muchos más que se deben ir atajando y en los que los padres tienen mucho que decir. Ellos son los primeros educadores de sus hijos. Cualquier pacto educativo que no cuente con los padres como primeros protagonistas del mismo no será el pacto por la educación útil y fructífero que España necesita. Hace falta primero un gran pacto social.