Después de casi treinta y siete años instruyendo y colaborando en la educación de nuestros jóvenes, he visto cómo los cambios sociales y políticos han influido considerablemente en la educación de toda la ciudadanía. Cada ciudadano, cada joven, es una persona y como tal debe educarse en su intimidad, en sus manifestaciones, en su libertad, en su capacidad para dialogar y, sobre todo, en su aptitud para darse a los demás.
¿Cómo se hace esto?
Para desarrollar la intimidad, se les habla de metas, removiéndoles para que piensen, educándoles en los sentimientos, proponiéndoles sus peculiaridades. Disciplinar sus manifestaciones conlleva a que aprecien lo que hacen, valorando sus pensamientos, proyectos, etc. Hay que instruirles para descubrir y observar patrones que ensalcen la cultura y el tono humano.
Para formar su libertad, hay que mostrarles sus capacidades para que señalen sus objetivos. Hay que proporcionarles normas hacia la auto-obediencia. Deben aprender a dominar sus impulsos.
Para educar su capacidad de diálogo, tenemos que ayudarles a explicarse, debemos escucharles e invitarles a expresarse, a hablar bien y a hacerse entender. Animarles a leer, a escribir y a preguntar siempre que les surjan dudas.
Por último, ¿cómo enseñar la capacidad para dar? Reforzando su voluntad, exhibiéndole la cultura, la belleza del mundo que les rodea. Haciéndoles comprender que se estudia para saber y servir a los demás. Las personas generosas son felices, mientras que las que buscan el poder son infelices.
Con estas pautas, mejoraremos en la reconstrucción de una sociedad más libre, más justa y más respetuosa en las ideas y en las creencias de sus ciudadanos.
Por D. José Ramón Talero Islán, profesor de Educación Primaria.