A pesar del título, no nos vamos a referir al problema de la Educación en España. Ése es un tema profundo que hemos tratado, y seguiremos tratando, y que tendría fácil solución si hubiera voluntad y altura de miras, que no es el caso.
La educación a la que nos referimos es la del día a día, la de las distancias cortas, la cotidiana, la que ejercemos en nuestras relaciones con conocidos y desconocidos a diario y que nos coloca, sin saberlo o apenas percibirlo, entre el grupo de las personas correctas y educadas y ese otro grupo de los que preferimos no tratar. Y ocurre con estos grupos un fenómeno curioso: los del primero nunca dicen que son educados y correctos y los del segundo te lo recuerdan en cuanto tienen la menor oportunidad.
Y si seguimos profundizando en ambos tipos de personas, vemos que las personas educadas tienen otra serie de virtudes. Son leales, no gritan, no interrumpen cuando otro habla, argumentan sin avasallar, callan si no se les deja hablar, no insultan (aunque pudieran tener razones), respetan y, quizá lo más importante, son alegres y mantienen una sonrisa. Parecería que la educación es la antesala o el umbral de otra serie de virtudes. Como aquí hablamos bien de las cosas buenas, no describiremos las características del otro tipo de personas.
Asistimos hoy a una crisis de la educación descrita. Casi diariamente nos sorprenden con nuevas formas de zafiedad, intromisión en la vida privada, cabildeo de mediocres, aireado de miserias, aplauso de envidias, críticas malintencionadas, desprecio de virtudes, mofa del esfuerzo, ensalzamiento del mal gusto, apropiación del talento ajeno, plagio de trabajos sin citar procedencia, en definitiva, estamos rodeados de maleducados.
¿Y qué se puede hacer? Es fácil: ser mejores de lo que somos. Ahogar el mal con abundancia de bien. A diferencia de las malas personas, que unos piensan que lo son y otros que no lo son, con las personas buenas todos coinciden en que lo son. Quizás no lo digan en público, pero sí en privado.
Por tanto, extrememos la educación, el buen trato, la verdad, la constancia y la paciencia y seremos referencia de buen hacer. Y con los maleducados,… bueno, la soledad será su recompensa.